TEXTOS

Al entrar en la galería alguien puede pensar que está ante una exposición minimalista. Seis exactos tableros se alinean en el suelo ante un gran espejo. Las precisas superficies están muy cuidadas y el color de la madera es alternante. Pero no son tableros. Son un tablao. Y no es un frío pavimento minimalsino un lugar para el baile y el cante flamencos.
En torno al tablao, banquetas como las de las viejas tabernas (y antiguas escuelas). También están cuidadosamente elaboradas. En un extremo del asiento, un breve rectángulo de metal con una letra de cante grabada. Hay también sillas plegables, más vulgares. Si alguien las calificara de ready mades, erraría porque están ahí para cumplir su función: ofrecer asiento a los espectadores que deseen seguir la programación de la muestra o asistir a la intervención de alguno de los artistas flamencos que van a pasar por la sala. No, no son actuaciones sino ensayos. Mañana y tarde, día a día, desgranan sus cantes y bailes en un entorno sin duda fértil porque al ensayo suelen acompañar intentos, observaciones, pruebas. El proyecto se aparta del espectáculo para cobrar espontaneidad y promover comentarios o discusiones. Cada una de las sesiones se graba. La exposición registrará, pues, un copioso archivo, casi un estudio de campo, propiciado por la galería. Los espectadores, además, no serán meros asistentes sino, como ocurre en el flamenco a corta distancia, participantes.
Este es el proyecto central de esta iniciativa que Pedro G. Romero comisaría para el espacio Alarcón Criado. La propuesta se sitúa, pues, entre la performance y la reunión flamenca, y sedimenta materiales para la investigación, como hizo el Flamenco Project, la compilación de Steve Kahn de las grabaciones, filmes y fotografías, realizadas por jóvenes norteamericanos que recalaron hace cincuenta años en Morón de la Frontera para aprender o simplemente oír a Diego el del Gastor o Joselero.
Hay en la muestra otros trabajos. Uno de ellos es una impresión sobre aluminio de figuras de baile flamenco. Surgen de la reflexión de Pedro G. Romero e Israel Galván sobre el decálogo que Vicente Escudero (auténtico polígrafo que llevó el flamenco a medio mundo y lo relacionó con las vanguardias artísticas) dictaminó para un baile denso en expresión, conciso en recursos y carente de concesiones. Otra propuesta es un disco que recoge la mariana que el Mochuelo cantó por error cuando se esperaba de él una saeta. La mariana, grabada en disco de vinilo, la cantan sucesivamente Cristián Guerrero, Tomás de Perrate y Niño de Elche. El recorrido conduce por fin a unas placas metálicas, análogas a las fijadas en los bancos, con las alteraciones que a lo largo del tiempo han sufrido algunas letras flamencas.
Al otro lado del espejo, en el recinto del fondo de la sala, se proyecta la secuencia del filme de Carlos Saura Deprisa, deprisa (1981), en la que los jóvenes protagonistas recorren el Cerro de los Ángeles, la enorme escultura del Corazón de Jesús cerca de Madrid. Tal monumento se inscribe en el afán del catolicismo crepuscular por afirmar físicamente su presencia en una sociedad decididamente laica. Por eso buscaban las alturas: del edificio (la Sagrada Familia, Barcelona) o del emplazamiento: Montmartre (París), Tibidabo (Barcelona), San Juan de Aznalfarache (Sevilla). El Cerro de los Ángeles marcó además el compromiso de la monarquía de la Restauración (ocho año después de Annual y cuatro antes del golpe de Primo de Rivera) con tal fundamentalismo religioso (siempre afín al nacionalismo). Es obvio que los jóvenes protagonistas del filme se encuentren entre aquellas piedras fuera de lugar: dos señoras (más que devotas, gente de orden) los reprenden y dos policías los cachean. Romero conecta el deconcierto de los marginados adolescentes de Saura con el distanciamiento entre la sociedad española y las instituciones surgidas de la transición democrática.
Más interés tiene otro trabajo relacionado con el flamenco. Se cuenta que Juan el Camas solía rasgar trozos de estampas religiosas en cuatro y entregaba cada uno a un amigo para que lo llevara en la cartera. Era un modo de compartir no sé si amparo, esperanza o rechazo. Romero siguiendo esa vía ha realizado tres grandes fotos, la Macarena, la Virgen del Rocío y una Inmaculada de Murillo, rotas en cuatro fragmentos. Estas obras no están colgadas. Apiladas en el suelo, el personal de la galería coloca en el muro la que quiera ver el curioso espectador. Tienen interés. Primero, porque señalan la fecundidad del fragmento sobre la memoria y la fantasía. Sugieren además la vecindad entre el afán iconoclasta y la superstición (¿no decía D. Antonio Machado que la blasfemia era la teología negativa del pueblo?) y por último, porque liberan la ironía y ésta suele siempre ser buen estímulo del pensamiento.

El pasado 13 de septiembre la galería Alarcón Criado inauguró un nuevo proyecto con el que sigue apostando por nuevos dispositivos y configuraciones artísticas en su programa. Tras el proyecto Tabla de Montaje (que tuvo lugar entre marzo y mayo de este mismo año), Alarcón Criado vuelve a la heterodoxia expositiva con Sala de Ensayo. Un proyecto del artista Pedro G. Romero (Aracena, Huelva, 1964) que, familiarizado con ese concepto de heterodoxia, lleva a cabo una presentación de aquellas lindes comunes entre el arte contemporáneo y el flamenco. Sala de Ensayo transcurre (parcialmente) de forma paralela a la XX edición de la Bienal de Flamenco de Sevilla. Además, Pedro G. Romero es el artífice de “Las Sabias”,una serie de “actos” de una obra de teatro expandido que conforman el inusual cartel e identidad gráfica para dicho evento. A pesar de que en Alarcón Criado se pueden ver algunas de estas piezas, Sala de Ensayo se enmarca bajo un contexto diferente. ‘El tablao / los tablaos’ es la obra insigne de esta exposición: un tablao conformado por seis paneles, un espejo dividido en seis partes y unos bancos de madera. Pedro G. Romero convierte la galería Alarcón Criado en un espacio de ensayo del baile flamenco. Un espacio al que se adhiere un programa que se extiende hasta la clausura de la exposición y que pretende cargar la Sala de Ensayo de lecciones, debates, ensayos, presentaciones de libros, lecturas dramatizadas, etc. Romero ha contado con la ayuda de los bailaores Javiera de la Fuente y Marco de Ana y con la editiorial Athenaica para coordinar dicho programa. Como se puede intuir, ‘El tablao / los tablaos’ no pretende ser una obra que se limite a la observación pasiva, si no que huye del estatismo de forma radical. Una frase que sintetiza bastante bien el espíritu de esta obra la manifestó Marco de Ana en la presentación de la programación: “No se trata de aprender, se trata de compartir”. Pedro G. Romero atribuye dos cometidos principales a ‘El tablao / los tablaos’. Por una parte juega con el término de ensayo como una dualidad conceptista entre la acción de probar antes de accionar y la recogida de ideas de carácter subjetivo. Es decir, dotar a la galería de un carácter experimental. Por otra parte y de forma causal a lo anterior, el artista pretende mostrar la base del iceberg que supone el flamenco en Sevilla. Un mundo del cual sólo se conoce la fase final, la del espectáculo, y que en Sala de Ensayo se muestra en su aspecto más sustancial: el sacrificio de tiempo y esfuerzo oficiado en la precariedad de una infinidad de estudios escondidos tras la ciudad. Asimismo, Sala de Ensayo incluye una serie de obras que surgen del Archivo FX. Éste es un proyecto desarrollado por Pedro G. Romero desde finales de los 90 y que recoge “imágenes de la iconoclastia política anti sacramental en España entre 1845 y 1945”. En este caso y como no podía ser de otra manera, se recurre al terreno del flamenco para generar cinco trabajos donde se entremezclan ciertas excentricidades ocurridas dentro del acervo y la tradición del flamenco. “Los mandamientos” es una pieza colaborativa con Israel Galván (bailaor con el que Pedro trabaja desde el espectáculo “Los zapatos rojos” en la Bienal de Flamenco de 1998) donde se desafía al Decálogo de Vicente Escudero (un supuesto manual para la recuperación y preservación de la pureza en el baile flamenco masculino). “Las marianas” es un vinilo con tres interpretaciones de una “saeta” llevadas a cabo por Cristian Guerrero, Tomás de Perrate y Niño de Elche (que el 25 de septiembre presenta en la Bienal de Flamenco ‘Antología del cante flamenco heterodoxo’, que dirige Pedro G. Romero). La peculiaridad de esta saeta es que es cantada por El Mochuelo en forma de Mariana y no de Saeta, por lo que termina dirigiéndose a la Virgen como si fuera Mariana, nombre de la cabra con la que unos húngaros gitanos hacían espectáculos en la calle y donde tiene origen este palo del flamenco. “Los excéntricos” es una recontextualización de una escena del film de Carlos Saura “Deprisa, deprisa” que se localiza en el Sagrado Corazón de Jesús de Getafe, considerado el centro geográfico de España. “Los palos” están conformados por una serie de placas que recogen refranes y proverbios tradicionales de la cultura flamenca. Por último, “Los imagineros” hace alusión mediante una pieza interactiva a la costumbre que tenía Juan el Camas al romper en varios pedazos las estampas religiosas y repartir esos pedazos entre sus acompañantes en señal de sagrada comunión. Pedro G. Romero trasciende la dicotomía entre artista y productor/comisario para establecer conexiones entre elementos testimoniales históricos-tradicionales y una perspectiva contemporánea actual. Es en esta perspectiva donde Pedro da cabida a la intervención de otros artistas o personajes que le interesan a la hora de generar un discurso concreto. Un proceso semejante al del desarrollo y la transmisión de la cultura popular (como en el flamenco), donde la autoría pasa a un segundo plano y es la propia contextualización de esos elementos testimoniales y la experimentación lo que se pretende amparar.

En algunas entrevistas la cantante Rosalía comenta que su disco ‘El Mal Querer’ es un proyecto conceptual. Un proyecto en el que empezó a trabajar no solo en la música, sino también en los videos, en los directos. «Un amigo, Pedro G., me recomendó un libro, ‘Flamenca’. Es una novela gitana del siglo XIV que me sirvió la historia. Cuenta la vida de una mujer que se casó con un hombre. Y por celos ese hombre la presiona. Hay una inspiración en el tema de la novela, pero el disco va hacia otro lado»

Nosotros hoy, hablamos con ese amigo, el artista Pedro G. Romero (Aracena, Huelva, 1964) «La G de González no quiero perderla aunque mi padre me lo sigue achacando» asegura. A él, se le sigue conociendo igualmente con esa G, que no deja de ser un halo de misterio más, para el precursor de muchos de los movimientos (incluso seísmos) que han provocado sus trabajos y colaboraciones en torno al flamenco. Actualmente, mantiene una colección ‘Flamenco, Cultura Popular’ desde ‘otra mirá’ que diría Rosalía, en una interesante editorial sevillana Athenaica Ediciones Universitarias. Pedro G. Romero pertenece a la Plataforma Independiente de Estudios Flamencos Modernos y Contemporáneos del que también forma parte, El Niño de Elche. Para que se hagan una idea. Controversia, cultura, arte, mestizaje, investigación, y sin dudarlo apostillaría, que buena conversación. Espero disfruten de esta interesante inmersión, como si de un bautizo en el mar se tratara, de la mano del que vive con la curiosidad constante por desentrañar el intríngulis del flamenco.

–¿Qué tiene Rosalía?

–Un talento impresionante. Ella formaba parte del espectáculo ‘JRT’ que yo dirigía y en el que se encontraban, entre otros, Leonor Leal, Alfredo Lagos.., recuerdo el primer día, en el que dejó a todo el mundo impresionado. Cuando salía a cantar todos se le quedaban mirando. Tiene un talento…, Álex Sánchez, de Universal, me mandó un montón de temas de ella y me dijo, con 18 o 19 años que tenía Rosalía, que ella quería que su primer disco fuera sobre La Niña de los Peines. Le dije a Álex que había que cuidarla. Que una chica en vez de estar en ‘O.T’. quisiera ser flamenca, escuchar y estar con flamencos…, y que ahora los flamencos paguen a Rosalía con esa mezcla de envidia y desprecio es lamentable.

–Entre El Niño de Elche y Calixto Sánchez, ¿qué hay?

–Creo que están bastante más cerca de lo que parece en el fondo…, Calixto ha tomado unas posiciones académicas y reaccionarias…, El Niño de Elche se ha formado en la Fundación Cristina Heeren, ha mantenidos sus estudios, su repertorio clásico…, al pobre le preguntaron en una entrevista que qué escuchaba y qué leía, y él decía: a Juan Talega y a Antonio Mairena y se le quedaban alucinados…

–¿Por qué hace lo que hace?

–Una cosa no quita la otra. En la antología que ha sacado, cuando canta la seguiriya de Triana la canta igual que Juan Talega, y la de Caracol igual: toma de modelo a Caracol…, en fin, cuando hice el cartel de la Bienal de Flamenco este año ya me pusieron verde antes de que lo sacara. A él antes de que abre la boca…, yo no tengo redes sociales…, pero a menudo lo que le mandan a él…, y él también se defiende…, El Niño de Elche trabaja el flamenco como aprendizaje e información.

–¿Lo trabaja como un laboratorio creativo?

–El flamenco siempre ha sido un laboratorio creativo. Siempre lo ha sido. Todo arte es un laboratorio. Cuando hablamos de Silverio (Franconetti) como el primero, como si fuera Adán…, él creó un espacio mínimo de autonomía, imprescindible para el flamenco con la creación de los cafés cantantes. Mire, una vez Gamboa me llevó a Osuna a conocer a una aficionado que solo escuchaba la seguiriya de Fernando Terremoto ¡eso si que es radical! Entendí que en las clases populares hay, de forma intuitiva, una experiencia estética radical, y a mí eso es lo que me interesa y me sigue interesando, y al Niño de Elche, también. El Niño de Elche está más cerca de eso, que el quinto de bulerías y tanguitos ‘acamaronao’ que nos venden como flamenquito y las discográficas venden como flamenco. Son los que buscan continuamente el ‘pelotazo’ que ha pegado Rosalía…, y que ellos no consiguen mientras se pasan la vida criticándola. ¡Es que eso no se busca!, lo que hay es que estar conectado con todo eso. A mí me encanta el sonido ‘caño roto’, Las Grecas, Los Chorbos, ¡es que tiene que ser de verdad!, no se puede hacer un ‘temita’ con el productor de moda… y meterse con Rosalía.

–¿Por qué creó la Plataforma Independiente de Estudios Flamencos Modernos y Contemporáneos y su posterior colección de libros ‘populares’?

–La constituí, hace varios años, cuando estaba en el Programa Cultura y Flamenco ‘Arte y Pensamiento’ de la Universidad Internacional de Andalucía, UNIA, donde trabajaba para llevar al flamenco más allá, más allá de la danza o la música. Queríamos sumar y renovar los estudios culturales alrededor del flamenco. Creía necesario tener una plataforma donde hubiera otra forma de contarlo. Yo entendía que el flamenco no era solamente un sistema musical o dancístico, sino un hecho cultural total, como dicen los antropólogos, donde creía que el flamenco había sido pionero, dándole una importancia crucial a la sociología y a la antropología, y a su relectura.

–¿Tan necesaria es esa nueva lectura?

–Los supuestos modernistas del flamenco pretenden quitarle esa carga social, el giro etnográfico, como se dice en arte. En el flamenco se da desde el principio, hay que releer eso.

–¿Es una forma de vida el flamenco?

–No es que entienda que el flamenco es una forma de vida particular, sino lo que me interesa, es que toda arte construye una forma de vida. Cualquier tipo de clase cultural artística es una forma de vida. La bohemia, que es el antecedente directo de lo que hoy llamamos las clases culturales, son los que hacen la canción, el cine…, Sus antecedentes se llamaban bohemios en Francia porque fueron los primeros músicos, pintores que hacían esa vida tan semejante a la de los gitanos, que a su vez, vivían en el barrio de La Bohème. Hacían ese mismo tipo de vida que los gitanos.

–¿Qué le llama la atención de esa forma de vida?

–Yo vengo de la tradición del arte plástico y por mi afición he acabado trabajando con ellos, y lo bueno ha sido, cuando empecé a aprender de ellos porque realmente en ellos está ese ADN de una forma de trabajar que está en mi propio trabajo.

–¿Israel Galván le ha amargado la fiesta a los flamencos?

–Hay algunos que disfrutan, pero Israel les saca de sus casillas…hay muchos inteligentes que han intentado aprender lo que Israel quiere enseñarles. Les provoca esos líos porque se ponen en contra, pero no dejan de admirarlo, y yo me llevo ‘guantás’ porque es más fácil dármelas a mí que a él. Galván tiene sus propuestas muy claras y plena autonomía. Él depende de unas decisiones vitales con las que construye.

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