TEXTOS

ABANDERADA BELÉN RODRÍGUEZ. ABEL H. POZUELO. EL CULTURAL, 7 DE MAYO DE 2010

La segunda individual madrileña de Belén Rodríguez (1981) empieza por su enigmático título XXXXX, que permite deducir por igual una representación hiperbólica del eje de abscisas (eje X) o de una suma de incógnitas, misterio con sombras de otros misterios. Ninguna de esas dos sugerencias chocaría con lo que conocemos de esta precoz artista plástica vallisoletana instalada en Viena y de corta pero más que prometedora trayectoria en el ámbito nacional (MACUF, Generaciones …) e internacional (Arakawa Ku, Tokio, Josh Liley, Londres, Engelhorn, Viena…). Belén Rodríguez pone en acción en este proyecto varias de sus estrategias plásticas de prolongación de la forma en lo tridimensional y de su preocupación por encarar lo cotidiano, sus objetos, espacios y ámbitos simbólicos.

 

En este caso, parte de una idea anterior como era Simple Animation (2008): proyecto de escultura al aire libre a partir de una bandera con estampado de cuadrícula que es concebida como “una película simple”, una imagen que genera movimiento, una retícula que sale de su orden cartesiano. La exposición consiste en una prolongación de aquella idea en forma de estudios y derivaciones (vídeo, fotografía, dibujo, escultura frágil) en los que Rodríguez aplica técnicas aparecidas en anteriores obras, tales como el papel de cuaderno o los hilos de coser envolviendo una pantalla para crear la ilusión de red o tejido. De fondo, la idea artística y utópica del espacio (y la nación) como algo ampliable mediante el concepto, la imaginación y la creación (apoyada en el humor) de nuevos sentidos y nuevas miradas, allende las fronteras racionalistas.

CONVERSANDO CON BELÉN RODRÍGUEZ. ANDRÉS OLIVA. LATAMUDA CULTURA CONTEMPORÁNEA, 9 MARZO 2018

Belén Rodríguez. Valladolid, 1981

Belén Rodríguez es Magíster Art por Akademie der bildenden Künste Viena, donde ha estudiado con el Profesor Heimo Zobernig. Ha sido Artista en Residencia en programas internacionales como Matadero Madrid y Artista X Artista, La Habana, Hooper Projects en Los Ángeles, Atelier Salzamt en Linz, Academia de España en Roma o BMUKK en Tokio. En 2018 participará en FLORA ars+natura, en Bogotá, como artista en residencia.

  • ¿Cómo definirías el arte contemporáneo en una palabra?

Contemporáneo

 

  • ¿Podrías explicarte…?

El arte es contemporáneo desde el sXX… Es heterogéneo, global y local a la vez, posible e imposible. Es un marco temporal.

 

  • ¿Quién decide qué es arte?

Uno mismo.

 

  • ¿Qué encargo te gustaría recibir?

Disfruto tanto trabajando, que casi me gusta cada encargo.

 

  • Un comentario sobre tu trabajo que te haya gustado…

“Abanderada Belén”

 

  • Un agente artístico que esté haciendo un buen trabajo actualmente…

Fue una enorme sorpresa conocer a Hablar en Arte, viniendo un verano de Viena, donde yo residía. Me sorprendió su seriedad y buenas maneras, y su iniciativa. También me sorprendió mucho conocer a un comisario joven que se llama Andrés Oliva. Creo que es de las veces que he visto un hilo pensador más personal.

 

  • ¿De qué artista te gustaría tener una obra?

La última vez que sentí que quería poseer algo de arte, fue al ver un documental de Eileen Grey. Cualquiera de sus muebles me encantaría.

 

  • ¿Qué piensas del sistema artístico español en la actualidad?

Que nuestra idiosincrasia nos hace frescos, espontáneos, cercanos, pero es un don que no terminamos de creernos. Y que por ello, entre otras muchas razones, falta estructura.

 

  • ¿Podríamos decir que refleja la sociedad actual?

Actual y pasada.

 

  • ¿Se está confundiendo el arte con el mensaje?

Debe de ser, porque no entiendo bien la diferencia.

 

  • ¿Cómo ves la situación del mercado español de arte contemporáneo y cuál es la posición del coleccionismo?

Nunca he prestado demasiada atención al mercado. A mí lo que me interesa es el arte en sí.

 

  • Una institución pública indispensable…, y un espacio privado…

Todas. Y son necesarias más. Empecemos por entender que el arte sí que es útil, de un modo inmaterial. Que la educación del arte es imprescindible. Que la expresividad y la emoción forman parte del ser humano.

 

  •  ¿Qué líneas de comisariado se están siguiendo actualmente?

Considero que cada comisario debe seguir la suya, como cualquier pensador debe desarrollar sus propios pensamientos. Quizás si hay una línea, convenga pensar en llevarla la contraria…relativizar lo que tiende a ser una corriente. Mantener el péndulo oscilando.

 

  • ¿Qué supone hoy la crítica?

La crítica es imprescindible para el desarrollo de cualquier cosa. Pero debe ser constructiva. También son importantes los estímulos positivos. Creo que en España somos malos debatiendo. Nos cuesta separar lo personal de la crítica, en todos los campos. Es una tarea pendiente.

 

  •  ¿Alguna buena noticia vinculada al arte?

Que cualquiera puede tener acceso a él.

 

  • A una gran mayoría no le gusta el arte contemporáneo porque le resulta difícil de entender…

Uno no espera entender la música. ¿Por qué entender el arte?

 

  • ¿Cuál es el papel del público en la actualidad?

El mismo que cualquier receptor de cualquier mensaje. Sin receptor un mensaje no es mensaje. Sin público, no hay arte.

 

 

BELÉN RODRÍGUEZ, ENTRE LA REPETICIÓN Y LA DIFERENCIA. REDACCIÓN DE VALLADOLID. DIARIO DE VALLADOLID, 29 JULIO 2019

La vallisoletana explora la relación de equilibrio de fuerzas que se conforman en la naturaleza

La artista vallisoletana Belén Rodríguez (1981) protagoniza hasta el próximo 7 de agosto la exposición individual Como materia dotada de su propia forma, en la prestigiosa galería santanderina Juan Silió, un trabajo a caballo entre la pintura y la escultura que recurre a técnicas empleadas por la artesanía textil en distintas partes del mundo.

«En esta exposición, mezclando reflexiones en torno a características asignadas tradicionalmente al diseño textil –la repetición del motivo, la estandarización y el lujo, la industria y la artesanía– y retomando el gesto manual, con su imperfección y contingencia, se crean una serie de formas extraídas de estructuras naturales, tomando ésta como ejemplo figurado de una permanente lucha por el equilibrio», advierte la artista en la hoja de sala.

«A pesar de una aparente libertad absoluta de creación, el hombre recurre siempre, en sus manifestaciones materiales, a una gama de patrones o formas básicas relativamente reducida. Estos patrones son los arquetipos que subyacen en los productos del hombre y son, en general, comunes a todas las culturas y a todos los tiempos», matiza la creadora, que presenta una serie de bronces en pequeño formato realizados este mismo año –como muchos de los trabajos sobre popelín que cuelga, una tela fina que trabaja con lejía–, Lo crudo y lo cocido: formas evocadoras, peladas, desmochadas; troncos que parecen acariciarse o alejarse unos de otros, todos cenicientos, como abrasados.

EQUILIBRIO PERFECTO

Belén Rodríguez cita el craquelado de la cáscara de una sandía como el ejemplo de la interacción de fuerzas opuestas, externas e internas. «Resulta fascinante que, incluso respondiendo a variables similares, cada ser sea capaz de construir un diagrama de fuerzas ‘personalizado’, hasta hacer de cada miembro de esa misma especie, uno único e irrepetible. Podremos observar cientos de vacas, y no habrá nunca una vaca igual a otra. Existe en la naturaleza un equilibrio perfecto entre repetición y diferencia. Y el gesto manual, como una firma, es su análogo fehaciente», reflexiona la joven creadora vallisoletana.

Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, en 2007, la artista ha protagonizado individuales como I turn chilli red, en Josh Lilley (Londres, 2019); Paintung, en el Patio Herreriano (Valladolid, 2018); Rodríguez, en Galería Bacelos (Madrid, 2016); El milagro es que el unidiverso está (Galería Javier Silva, 2014); Circa, en Das Weisse Haus (Viena, 2011); y XXXXX, en Galería Parra y Romero (Madrid, 2010).

BELÉN, YO ME CONVIERTO EN ROJO CHILE. FRANCISCO JAVIER SAN MARTÍN. JOSH LILLEY GALLERY, LONDRES. 2019

Yo me convierto en rojo chile, expresión extraída de un poema escrito a comienzos del siglo XVI por un tintorero azteca anónimo, que aparece en la Historia general de las cosas de la Nueva España del franciscano Bernardino de Sahagún, conocido generalmente como Códice Florentino, es el título genérico bajo el que expone sus trabajos Belén Rodríguez (Valladolid, España) en sutercera exposición individual en la galería Josh Lilley.Efectivamente, en los últimos tres años, el trabajo pictórico de Belén se ha centrado en los procesos de teñido y desteñido de telas de diferentes formatos y disposiciones espaciales. En esta exposición, tanto las piezas que muestra colocadas sobre bastidor como las que cuelgan libres en el espacio, la pintura no es ya una capa superpuesta sobre el lienzo, sino un proceso molecular que ha penetrado en el interior de la tela, con la que forma un cuerpo único. Frente a la materia pictórica, la textura y la componente táctil de la pintura, estos trabajos están dominados por la lógica y la dinámica de lo líquido. El pigmento líquido fluye en grandes masas saturadas sobre la superficie de la tela — entre indeterminación y control, entre azar y necesidad— tanto en el proceso aditivo del teñido como en el abrasivo del desteñido, y la pintura se desborda hacia los extremos en un hedonismo acuoso. Es una pintura realizada por adición, pero también por sustracción, por roce, por erosión, por erotismo. Por otra parte, la referencia a la cultura azteca pre colonial tiene estrecha relación con el trabajo que la artista emprendió durante 2018 durante una estancia en Colombia, en la que el contexto caribeño acentuó el aspecto sensual de su trabajo, frutal y floral, decorativo y cálido.

La exposición incluye piezas de formato monumental, formadas en alguna ocasión por diferentes telas cosidas, junto a otras de tamaño más contenido; algunas con referencias figurativas identificables junto a otras en las que lo real parece haberse disuelto en patterns abstractos: en cualquiera de las variables se muestra la efectividad del dispositivo fluido, su funcionamiento en contextos diferentes, en los que no solo la tela queda empapada sino la propia pintora, como el tintorero azteca, se convierte ella misma en color. Entre el flujo de tinte y el diseño blando, la línea fronteriza entre abstracto y figurativo se desvanece inundada por el caudal de pintura. Las referencias más inmediatas, amarillo sol, naranja atardecer, fruta verde, piscina azul son el testimonio de un amor al mundo que no se agota en estas equivalencias, sino que las hace rotundas como fuente del deseo.

En los telones colgados o en los libros con hojas de tela, la superficie reniega del plano estable, de la superficie tensada en el marco normativo del bastidor, para reivindicar el pliegue y la movilidad, la gravedad y la gracia. Sobre estas superficies inestables y cambiantes, el color vuela libre en el espacio como las alas de un ave tropical. Las telas pueden observarse por ambos lados, uniformemente impregnadas de color. Pero en otras piezas la artista recurre al formato rectangular, a la tela tensada y el límite ortogonal, seguramente como desafío a su propia experimentación, pero sobre todo como forma de evaluar el efecto de su apuesta de ruptura en el marco más convencional del tableau.

BELÉN RODRÍGUEZ, UNA ARTISTA EXTRATERRITORIAL. JUAN BOSCO DÍAZ-URMENETA. EL DIARIO DE SEVILLA. 14 ENERO 2020

La galería sevillana Alarcón Criado acoge la exposición ‘Algodón naranja en la bella sombra’, en la que Belén Rodríguez, siempre interesada en otras culturas, da forma a universos híbridos y simbólicos.

Con la mayoría de edad que vivió en el Renacimiento, el arte se enredó en múltiples debates. Uno de ellos asimila el arte a la ciencia, sea a la anatomía (ciertos artistas fueron más observadores que los médicos de la época) o por la vía de la perspectiva, a la astronomía o la cartografía. Más destacada fue la discusión llamada del parangón (paragone): pretendía dilucidar qué arte era más excelente. A la superioridad de la pintura, porque lograba construir partiendo de elementos muy sencillos, otros oponían el valor de la escultura porque el escultor nada añadía a la materia, sólo liberaba la forma que estaba como dormida en su interior. La escultura exigía ver lo oculto. Quizá el trabajo de Belén Rodríguez (Valladolid, 1981) despierte ecos de esta disputa.

Se ha instalado en la galería una gran cortina que ocupa por completo la entrada. Puede parecer una frontera entre la calle y cuanto pueda esperarnos en la sala. No es exactamente así. Volvamos atrás, evitemos todo apresuramiento y con la debida distancia, miremos. La cortina contiene un cuidado paisaje. Más que frontera, las dos telas componen un prólogo, un anticipo de la muestra.

No es un tejido sofisticado. Es una tela industrial, con diseño geométrico y hecho de algodón, empleado en Colombia para confeccionar la ropa de trabajo del ejército. Belén Rodríguez lo ha manipulado, decolorándolo, hasta conseguir alumbrar el paisaje partiendo de una tela ordinaria. Como los escultores renacentistas decían de ellos mismos, la autora extrae de la materia la forma oculta en su interior. Con mayor sencillez porque aquí no hay rotundas rocas de mármol sino un objeto de uso convertido en soporte de la fantasía del arte. Hay sin duda conocimiento (cómo y hasta dónde decolorar) y también esfuerzo. Un esfuerzo que se antoja más cercano al del artesano que al del artista. Pero esto también despierta ecos del pasado: los pintores del Renacimiento colocaban al escultor en el territorio de las artes mecánicas frente a la pintura, cercana a la poesía y aspirante a ser tenida por arte liberal. También hoy puede que algunos tachen a Belén Rodríguez de exceso de manualidad.

Belén Rodríguez es a mi juicio una artista extraterritorial. Rehúye los espacios canónicos, definidos de antemano. Así, las piezas geométricas colgadas en la muestra. Pese a su apariencia de pintura abstracta, están hechas de fibras textiles, anudadas (tal vez con las técnicas tye-dye que entusiasmaron a los hippies) y teñidas o decoloradas. Una de estas obras pasa del naranja intenso al blanco y la otra desarrolla una gama de azules y verdes. Hay que verlas de cerca porque estas obras se entregan más al tacto que a la vista. Al fondo de la galería, la pieza quizá más ambiciosa: un doble cuadrado en forma de losange con doble y una brillante gama de color naranja. También aquí es necesaria la visión cercana: sólo a ella se entregan los sutiles cordoncillos que forman la cuidada geometría de esta titulada Pintura de aguja.

El recuerdo del mantón de Manila es casi inevitable. En realidad, la muestra busca sintonizar con Sevilla. La autora, castellana de nacimiento, es una experimentada viajera: formada entre Viena y Madrid, ha tenido residencias de estudio en Colombia, Cuba, Los Ángeles o Roma. Tal vez por eso quiera interrogar a los distintos lugares. En este caso mira a Sevilla como tierra cultivadora del algodón y la naranja, y receptora de las especies del Nuevo Mundo. En el título de la exposición añade a las palabras Algodón naranja la expresión en la bella sombra que alude al significado de la palabra ombú, un árbol que puede verse en Cartuja y que, como tantas otras especies americanas, hizo crecer Hernando Colón en el huerto llamado Las Casas de Colón, cercano a la Puerta de Goles, al principio de la calle Torneo de Sevilla.

La extraterritorialidad de Belén Rodríguez no sólo se mide por el modo en que se sitúa en el arte y por la atención prestada a otras culturas, sino por su afán de explorar universos simbólicos híbridos, heterogéneos. Es la idea que ocupa otras obras de la muestra. La autora cuenta su sorpresa al ver un tapiz peruano del siglo XVII, conservado en el Metropolitan Museum. Hecho por tejedores andinos, encierra sin embargo figuras que proceden de mitos europeos y americanos, con ciertos ecos, añade, que parecen escapados de Asia. A un ejercicio análogo se entrega la autora. Trozos de tela con perfiles de grifos o dragones alternan con el poder del puma o las aves sagradas de los Andes o la Amazonía.

Especial interés tiene la obra alojada en la segunda sala de la galería. La seda transparente es el soporte de fantásticas figuras escapadas de fábulas o bestiarios. Un cuidado juego de luces duplica la obra proyectando sobre las paredes sus siluetas. Un lugar recogido para meditar el alcance y la fecundidad del pluralismo.

BELÉN RODRÍGUEZ EXPONE EN ALARCÓN CRIADO. GUILLERMO AMAYA BRENES. PAC (PLATAFORMA DE ARTE CONTEMPORÁNEO). 15 ENERO 2020

El pasado 23 de noviembre se inauguraba en la galería Alarcón Criado la exposición individual de Belén Rodríguez (Valladolid, 1981) ‘Algodón naranja en la bella sombra’. La primera exposición de la artista en la galería sevillana y con la que ya se ha anunciado su participación en la 39ª edición de ARCO.

Desde los orígenes tartésicos de Spal (o Ispal) el comercio y la navegación han sido un elemento clave para comprender el desarrollo histórico, político, económico y social de lo que actualmente conocemos como Sevilla. Por gracia del Guadalquivir, ciudad históricamente portuaria conectada a uno de los puntos más cercanos del océano Atlántico con el mar Mediterráneo y conformándose como un punto de confluencia entre el continente africano y el resto de la península Ibérica y Europa. Origen y destino de una infinidad de rutas de ultramar, Sevilla ha supuesto un lugar de cohesión, no sólo comercial, sino cultural (consecuencia una de la otra).

Belén Rodríguez fija el hilo narrativo de su exposición a través de esta importancia comercial y mezcla cultural que se ha dado en la historia de Sevilla y que se ha dejado patente a través de las producciones textiles de aquel momento (entre otros soportes). En el título aparecen tres especies vegetales bastante relevantes que evidencian dicha importancia.

Tanto el algodón como la naranja, al parecer, son traídos a Sevilla por los musulmanes, que a su vez, ya lo habían importado desde Asia. A día de hoy grandes campos de algodón se extienden alrededor de la capital hispalense. Esta fibra tan preciada también cumplió un papel muy importante en la historia comercial de América, Asia, África y Europa, siendo Sevilla una de las ciudades de Al-Ándalus donde se establecen algunas de las primeras fábricas algodoneras (s. X d.C.).

Si hay un árbol que pueda representar a Sevilla, ese es el naranjo. Más de 40.000 árboles de esta especie inundan la ciudad en la actualidad, haciéndose eco de la relación histórica que han tenido Sevilla y la naranja. Si bien el origen es algo confuso, es importante hacer alusión a la leyenda de Hércules (fundador mitológico de la ciudad). Según la cual, tras cumplir la onceaba tarea encomendada por Euristeo, que consistía en tomar algunas “manzanas doradas de la inmortalidad” (naranjas realmente) del jardín de las Hespérides (ninfas protectoras de dicho jardín situado en el confín del mundo), Hércules hace una parada en Sevilla (llevando por primera vez esta fruta a la ciudad) para descansar y reponer fuerzas antes de su duodécima y última tarea: derrotar a Cerbero (según la mitología griega, perro o monstruo de tres cabezas). Mitologías a parte, el origen de los naranjos en Sevilla, según la mayor parte de los historiadores, se fija en la primera época musulmana, con los Omeya, ya que, para estos, el naranjo y su fruto era símbolo de divinidad y buena suerte. Otros historiadores fijan un origen posterior con los marinos genoveses o los escoceses.

La navegación y el comercio alcanzan su época dorada en Sevilla durante el siglo XVI y XVII, cuando los Reyes Católicos establecen el Puerto de Indias y la Casa de la Contratación en Sevilla tras la llegada de Cristóbal Colón a las “Indias Occidentales”. Sevilla tenía en aquel momento el puerto más importante de la tierra, una puerta al “Nuevo Mundo”. Una puerta traspasada en ambas direcciones de forma continua, de la que se partía con la incertidumbre de hallar nuevos territorios y por tanto, nuevos productos desconocidos con los que volver. Esto propició, no solo esos intercambios mercantiles y comerciales, sino unos intercambios culturales a través de productos manufacturados.  Hernando Colón, hijo de Cristóbal Colón acompañó a su padre y a su hermano Diego Colón en algunas de sus expediciones. De una de estas expediciones trajo consigo semillas del ombú o bella sombra (tercer árbol mencionado en el título de esta exposición). Según la leyenda, el ombú que a día de hoy se puede ver en el patio del Monasterio de Santa María de las Cuevas o Monasterio de la Caruja (actual Centro Andaluz de Arte Contemporáneo), fue plantado por el mismo Hernando Colón.

Como ya se ha mencionado anteriormente, estas relaciones comerciales con base en Sevilla, propician un intercambio cultural muy interesante en aquella época. Una mezcla formal, iconográfica o de materiales, de ida y de vuelta, de la que emerge un eclecticismo mestizo que Belén Rodríguez utiliza como hilo conductor en ‘Algodón naranja en la bella sombra”. Además de poder observar una serie de figuraciones que denotan ese mestizaje y esa influencia multicultural (la serie “Mousson Nessept”), obras como “Pintura de aguja alta” o “El secreto” aluden a dicho mestizaje desde lo matérico y lo formal. Para la obra “Alas de murciélago” es necesaria una mención especial, ya que, siguiendo el discurso de las obras anteriormente mencionadas, en este caso, el mestizaje lo provoca Belén Rodríguez a través de seis travesaños de madera recubiertos por los trapos usados de sus compañeros de estudio.

Los trabajos textiles han sido una constante en la trayectoria de Belén Rodríguez. De hecho, nada más entrar en la galería Alarcón Criado nos topamos con “Yo tengo el color”, un gran telón que cuelga hasta el suelo (obra presente en la exposición ‘Querer parecer noche’ -2018- en CA2M, comisariada por Manuel Segado), dando paso a la exposición y creando una atmósfera íntima donde se invita a la exploración del propio espacio, casi como algo lúdico. No obstante, en el caso de ‘Algodón naranja en la bella sombra’, sí se da una diferencia respecto a proyectos anteriores: todas las piezas (excepto “Yo tengo el color”) son producidas a través de retales de proyectos anteriores. Esto se debe principalmente a que Belén ha estado embarazada durante el proceso de producción de la exposición, estado en el que no es aconsejable utilizar los productos químicos y abrasivos que la artista suele utilizar en sus trabajos. Esto ha reforzado esa narrativa del mestizaje y la manufactura, ya que los retales utilizados vienen de proyectos diferentes y han sido modificados específicamente para esta exposición.

BELÉN RODRÍGUEZ: «AHORA HAY MÁS COMPETENCIA QUE NUNCA, PERO EL MUNDO DEL ARTE NUNCA HA SIDO FÁCIL». ANA DELGADO. ABC CULTURAL. 16 ENERO 2020

La vallisoletana utiliza tanto elementos plásticos, como textiles o reciclados para transformarlos en arte. Su trabajo más reciente pudo verse recientemente en la galería Alarcón/Criado, de Sevilla.

Belén Rodríguez es máster por la Akademie der Bildenden Künste de Viena, donde ha estudiado con el artista y profesor Heimo Zobernig, y licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid.

Esta creadora, que vive y trabaja entre Madrid y Cantabria, ha pasado temporadas largas en otros países, debido a programas en residencias internacionales como Flora ars + natura en Bogotá; Artista x Artista en La Habana; Hooper Projects en Los Ángeles; Atelier Salzamt en Linz; la Academia de España en Roma; Hangar + GlogauAir, en Berlín, y BMUKK en Tokio, gracias al Ministerio de Cultura de Austria.

Rodríguez, que acaba de cerrar exposición en la galería Alarcón/Criado (Sevilla), y que estrenará un proyecto para La Littorale, la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Anglet (Francia), el próximo verano, busca trabajar con formas y contenidos poco definidos, difíciles de reconocer o categorizar.

 

  • ¿Cómo es su trabajo en el día a día?

Mi labor tiene muchas facetas: unas de gestión de mi propio proceso, otras de documentación o de planificación, y otras de trabajo en el estudio. Pero, básicamente paso el día en el taller, sin horarios fijos, ni calendario laboral ordinario.

 

  • ¿En qué galerías ha expuesto?

Desde 2009 llevo exponiendo en galerías tanto españolas como internacionales.

 

  • ¿Cuál ha sido la más significativa para usted?

La experiencia más significativa probablemente haya sido mi primera exposición en Josh Lilley, en Londres (2009), puesto que fue la primera exposición individual de mi vida. También recuerdo como experiencia importante mi exposición individual en Parra y Romero, en 2010, y mi participación en la colectiva Second hand, en la Engelhorn Galerie de Viena, donde pude compartir experiencia con artistas como Haris Epaminonda, Micol Assaël, Cyprien Gaillard o Armando Andrade Tudela, también en 2009.

 

  • ¿Cuánto tiempo lleva en este estudio tan singular? ¿Ha estado en otros?

Llevo en Nave Oporto desde el inicio, en diciembre de 2013. Antes de estar aquí tuve dos estudios en Viena, uno de los cuales es conocido como New Jörg.

 

  • ¿Se considera una artista polifacética?

Me considero una artista que trabaja en muchos lenguajes diferentes, dependiendo de los contextos. Las experiencias en diferentes residencias y países me han enriquecido mucho, y me han abierto nuevos caminos.

 

  • Una obra y un poema que la definan.

Más que me definan, me habría gustado formar parte de ellos… Por ejemplo, una canción de Emahoy Tsegué o la película Sans Soleil, de Chris Marker…

 

  • ¿Hay algún artista con el que se sienta identificada o que le resulte inspirador?

Muchos, pero ninguno concreto. Inspirar, me inspiran muchas cosas, no solo el arte de otros artistas. A lo mejor una costumbre en un pueblo, o la observación atenta de las hojas de un árbol. En el arte, me influye toda cultura heredada: recuerdo cómo modelaban animales en Egipto, veo las figuras de oro que hacían los indígenas en Colombia, una película de Agnes Vardá o un mueble de Eileen Gray; los disfraces de Sophie Taeuber Arp, las gymnopédies de Erik Satie…

 

  • ¿Trabaja sobre la idea de un formato de proyecto específico o busca crear un contexto en sí mismo?

Ambas ideas me parecen válidas y sugerentes, e incluso compatibles.

 

  • ¿Qué materiales ha utilizado en sus obras? ¿Con qué fin?

He trabajado muchos materiales y lenguajes, y trataré de no perder la curiosidad o el espíritu investigador. He trabajado la pintura al óleo, el buril, el modelado en bajo relieve, el vídeo, la fotografía analógica, el láser sobre poliespán, la instalación, el ready made, el cemento, el textil… Plásticos encontrados en la playa, un toldo decolorado por el sol, la tapa de un barril de uralita, cuadernos ordinarios de escritura, una fotocopiadora…

 

  • ¿Por qué técnica se decanta? ¿Qué temáticas sobresalen más en sus obras?

Me interesan todas las técnicas que puedan enriquecer mi lenguaje. Me gusta mucho la plástica, como también me gusta trabajar con el ordenador. Me gusta aprender y me gustaría seguir aprendiendo toda la vida.

 

  • ¿Cree que hay unas pautas para descifrar el arte?

Como tantos otros mundos, es cuestión de introducirse poco a poco, de cultivarse y tratar de entender. El arte está ahí para cualquiera.

 

  • ¿Cuáles han sido sus proyectos más significativos?

Aprendí mucho con mi proyecto de final de carrera en Viena, en 2010; o con el que llevé a cabo en Tokio en 2009 (Efectos especiales, 2010). También con el proyecto llevado a cabo en la Academia de España en Roma (After Sputnik, 2012), y con las últimas instalaciones específicas en Can Felipa (Pool, 2017), Tabacalera (Schönbrunn, 2017) y CA2M (Yo extraigo el color, 2018).

 

  • ¿Es fácil entrar en el sistema artístico? ¿Hay más dificultades en la actualidad?

No creo que sea más difícil ahora que en otros momentos. Quizás ahora haya más artistas que nunca, y por ello más competencia, pero el mundo del arte nunca ha sido fácil. En otros momentos las dificultades vendrían por otro lado.

 

  • ¿Hay algún artista con el que haya estudiado y que haya influido en su concepción del arte de alguna u otra manera?

Muchos de mis profesores y compañeros en la Academia de Bellas Artes de Viena. Viena ha sido una escuela dura, pero fundamental para mí. Me ha hecho ser mucho más consciente y crítica con mis decisiones.

 

  • ¿Cuál ha sido su último proyecto?

Mi último proyecto se pudo ver recientemente en la galería Alarcón Criado, en Sevilla. Se llamó Algodón naranja en la bella sombra. En él me basé en el punto de conexión que Sevilla supuso durante muchos siglos entre Asia, América, África y Europa, y cómo esto se refleja en el mundo textil.

 

  • ¿Tiene otros nuevos en mente? ¿Cuál será el próximo?

Para este año estoy preparando un proyecto de instalación al aire libre para La Littorale, Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Anglet, en Francia. Esta Bienal se llamará «L’écume des vivants» (que significa «la espuma de los vivos»), y tratará el tema general y crucial de la diversidad de la vida, que sucederá en paralelo al proyecto VIVANT sobre biodiversidad, en relación con el Congreso Mundial de la Naturaleza de la UICN y que se celebra en Marsella en junio de 2020.

VISITA AL ESTUDIO: BELÉN RODRÍGUEZ. LAUREN MOYA FORD. BOMB MAGAZINE. 27 ABRIL 2020

Un artista que trata la pintura como una escultura.

Descubrí la obra de Belén Rodríguez por casualidad durante mis primeras semanas en Madrid en 2016. Desde entonces, he visto sus textiles en tonos joya y pecosos con lejía, que se asemejan a zigzags de piel de sandía, formaciones geológicas y aerosoles de estrellas. sobre soportes, colocados sobre biombos plegables y colocados entre los pasillos de la ciudad. La obra de Rodríguez es un deleite visual y una respuesta más inventiva a la pintura que la austeridad monocromática a la que me he acostumbrado a regañadientes en otros artistas españoles contemporáneos. Su proceso es “una forma de trabajar la pintura de manera escultórica”, afirmó en mi visita a su estudio en el suroeste de Madrid. “La tela es una superficie plana, como el papel, que se vuelve tridimensional a través de un pliegue o una costura. Puedo manipular el volumen y mágicamente pasa de dos a tres dimensiones “.

Un sentido de la magia, o al menos algo de su tenue equilibrio de control, azar y caos, es palpable en la obra de Rodríguez. Aunque sus herramientas son químicas, los resultados parecen orgánicos: los blanqueadores y tintes de Rodríguez producen una gama aparentemente infinita de fragmentos moteados que evocan parches de piel y franjas del cielo al atardecer. También poco común: Rodríguez construye desnudándose. Los efectos corrosivos de la lejía pueden tardar minutos, horas o incluso días en estabilizarse, lo que significa que la composición de los materiales cambia durante períodos de tiempo variables. “Trabajar con químicos y tintes es una forma de jugar con las moléculas de la tela”, me dijo Rodríguez. Ella compara su tipo de alquimia a menudo impredecible con pintar ciego y tallar piedra.

En estos días, pequeñas tiras y trozos de tela de colores brillantes son el material principal de Rodríguez. Algunos tienen bordes peludos y deshilachados donde la tela se ha desgarrado; otros están delicadamente delineados con lo que parecen pies, picos y cuernos. Los fragmentos son restos de proyectos anteriores. Como todos los textiles de Rodríguez, llevan pistas sobre su fabricación y uso sin revelar demasiado. “Hacer lo mínimo para encontrar el máximo” ha sido la regla de la artista desde que comenzó este trabajo en 2015, pero es curioso ver retazos cuando conozco a Rodríguez como alguien que usa piezas del tamaño de piscinas, banderas y cortinas de teatro. En Schönbrunn (2017), por ejemplo, envolvió una columnata en una antigua fábrica de tabaco con una hermosa tela pintada con lejía inspirada en las ordenadas escenas de la jungla del pintor austriaco del siglo XIX Johann Wenzel Bergl. La pieza estaba perfectamente adaptada a la arquitectura, como si el edificio en sí fuera un cuerpo. De hecho, los cuerpos son atraídos hacia el trabajo táctil, oscilante y recortado de Rodríguez. Queremos tocar o movernos por sus brillantes espacios de color, sea cual sea su tamaño.

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