A DE ARCHIPIÉLAGO – ES BALUARD MUSEUM I PEDRO G. ROMERO

«Conjunto de islas unidas por aquello que las separa». La definición clásica de archipiélago me sirve para nombrar una serie de trabajos del proyecto que llamo Scénario –a la vez puesta en escena y guion, en la acepción francesa de la palabra–, que, básicamente, reconsidera muchas de las formas con que mi trabajo se ha enfrentado a la idea de archivo.

Claro, el escenario es el archipiélago de las Baleares, las islas. Pensemos, además, que «archi-» comparte raíz etimológica con el griego «arjé» (ἀρχή, que significa «principio u origen», el comienzo o primer elemento de todas las cosas), de donde procede también la palabra «archivo»; y también que «-piélago» originalmente significa «mar», o sea, el archipiélago –el mar principal–, lo que es ahora el mar Egeo, un archipiélago de archipiélagos. De ahí viene, también, por asociación, «pléyade», o sea, diversidad de cosas elegidas. Es decir, que nuestro uso de «archipiélago» podría entenderse como un archivo de archivos diferentes, unidos, precisamente, por aquello que los separa.

Desde que Casa Planas me invitó hace unos años –eran tiempos de pandemia– a visitar su archivo llevo dando vueltas por las islas con la idea de tomar notas para lo que pudiera ser una película. El modelo caótico y mezclado, el desorden organizado que encontré en Casa Planas, en 2020, me ha servido como modelo para mirar otros archivos de Mallorca, Menorca, Ibiza o Formentera. En todos ellos veía, observaba, leía pies de foto, se me ocurrían cosas, las apuntaba. No hay más. El leitmotiv o McGuffin correspondería al punto de vista, una perspectiva siempre excéntrica de flamencos, gitanos, trabajadores itinerantes, migrantes, nómadas, exiliados y otras clases peligrosas que han vivido en estas islas. Nada sistemático, desde luego, pero, claro, la lógica del archivo hace su labor.

Como mapa, como guía, he usado el Viaje a Cotiledonia, del maestro Cristóbal Serra, sobre todo desde que descubrí que los viejos vocabularios de germanía –pues propiamente no podemos llamarlos lengua gitana o romanó– habían sido una de sus anecdóticas inspiraciones. Después, claro, reaparece un artista como Helios Gómez, al que tanto he estudiado y que en 1929 participó como extra en Berlín en la película Die Schmugglerbraut von Mallorca [La novia del contrabandista de Mallorca] y en 1936 reclutó un grupo de gitanos en Barcelona para unirse a la columna Bayo que pretendía liberar Ibiza y Mallorca para que volvieran a la legalidad republicana. Pero también están Robert Graves o Lola Flores, Walter Benjamin y la buena de Simone Weil leyendo Los grandes cementerios bajo la luna de Georges Bernanos. También están el niño Chocolate, los hippies y otros héroes y mártires de la contracultura. ¡Ah!, y Vicenç Albertí i Vidal con su extraordinaria traducción de El barbero de Sevilla. Sí, además de archivos, las librerías de viejo y los mercadillos han sido fuente de información.

Y se trata de eso, de hacer una película. Por eso, aparte de fotografías, tenemos una serie de filmes constituyentes de la que puede ser nuestra película. Ya hemos nombrado Die Schmugglerbraut von Mallorca, de 1929, dirigida por el alemán Hans Behrendt, pero hay que sumarle la terrible, en las varias acepciones de la palabra, Jack el Negro, que dirigieron al alimón Julien Duvivier y José Antonio Nieves Conde en 1950. También F for Fake, 1973, de Orson Welles, con sus imágenes filmadas por François Reichenbach en Ibiza. Y, finalmente, Amén Romaní, 1968, un filme de Pere Planells y Francesc Joan, una película fabulosa que documenta los primeros momentos de la barriada de Son Banya.

Hay que subrayar también la colaboración con dos imprentas que va más allá de los servicios técnicos. Por un lado, con Esment, hemos ralentizado la cadena de producción para fabricar los originales; por otro, con la rotativa del diario Ultima Hora hemos acelerado la impresión para tener, digámoslo así, todos los trabajos impresos y que los visitantes puedan llevarse, gratuitamente, toda la exposición a su casa.

Podríamos decir que este es un proyecto intermitente, tartamudo, discontinuo, en efecto, así es el archipiélago. Y además de, propiamente, la exposición, el proyecto se completa con una proyección de los primeros proyectos de cine de Pedro G. Romero y de una pieza escénica elaborada junto a Mariàntonia Oliver, Perrate, Los Gemelos de Korea y un grupo de niños y niñas de la barriada de El Hoyo.

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