JORGE YEREGUI. VISIONA. LA MEMORIA DEL TERRITORIO. DIPUTACIÓN DE HUESCA
30.11.18 – 24.02.19
Comisario: Pedro Vicente
ViSiONA, con su vocación de servir al desarrollo de la cultura desde la perspectiva poblacional, sectorial y territorial, renueva su programación con el objetivo de fomentar, apoyar y difundir la creación artística y el pensamiento contemporáneos en torno a la imagen. En este sentido, para las próximas ediciones plantea una programación en torno al concepto genérico de viaje, que es sin duda una de las características sociales, culturales y económicas predominantes de este siglo XXI. Viajar ha estado siempre entre las aficiones favoritas del ser humano, pero también entre sus necesidades y sus obligaciones. El viaje es un proceso de cambio, alteración y evolución, un desplazamiento temporal o definitivo de la identidad, tanto personal como del territorio visitado o abandonado. Esa transformación, en el territorio y en la sociedad, en el paisaje y en el individuo, estructurará los diferentes enfoques sobre el viaje que se trabajarán en ViSiONA en los próximos años.
Para esta primera edición del nuevo bloque de ViSiONA, en 2018 se plantea como tema específico la despoblación, uno de los grandes problemas de España en las zonas rurales, que contrasta con la demasiado elevada densidad de habitantes de las grandes ciudades. La densidad de población de algunos pueblos del interior altoaragonés está entre las más bajas de toda Europa. Este fenómeno ha cambiado y ha determinado el presente y el futuro no solo de la provincia de Huesca y el resto de Aragón, sino de gran parte de la geografía española. Tanto es así que recientemente ha sido catalogado como problema de Estado. La despoblación es abordada como circunstancia transformadora del territorio y la población, como regeneradora de una nueva ruralidad —y una nueva urbanidad— a lo largo de los años, como productora de una imparable desertización de nuestro entorno, como factor determinante de migraciones y concentraciones urbanas ocasionadas por el efecto devastador de la dimensión depredadora del capital. Los modelos económicos, sociales y políticos actuales han desertizado el mundo rural, pero también algunas de las concentraciones y las expansiones urbanas que fueron producto de la despoblación rural.
Estos espacios despoblados, obsoletos e improductivos, zonas indefinidas abandonadas por la evolución económica y vaciadas de actividad, fueron ya analizados y estudiados por el arquitecto Ignasi de Solà-Morales en un texto de 1995 titulado Terrain vague. En él, Solà-Morales define estos lugares como espacios «aparentemente olvidados donde parece predominar la memoria del pasado sobre el presente. Son lugares obsoletos en los que solo ciertos valores residuales parecen mantenerse a pesar de su completa desafección. Son, en definitiva, lugares externos, extraños, que quedan fuera de los circuitos, de las estructuras productivas. […] son islas interiores vaciadas de actividad, son olvidos y restos que permanecen fuera de la dinámica urbana. Se han convertido en áreas simplemente des-habitadas, in-seguras, im-productivas». Excluidos de la dinámica urbana, olvidados, indecisos, actúan como territorios de resistencia ante el poder económico y político, pero son en sí mismos un valor, un terreno baldío ligado a la idea física de una porción de tierra en su condición expectante, potencialmente aprovechable y utilizable.
Asimismo, estos paisajes invisibles, abandonados, olvidados y a merced de políticas que los devuelvan a la vida han sido también estudiados por el arquitecto paisajista Gilles Clément, que se refiere a ellos como tercer paisaje. Para Clément son «espacios indecisos, desprovistos de función, a los que resulta difícil darles un nombre. Este conjunto no pertenece ni al dominio de la sombra ni al de la luz». Clément explica que todo aquel territorio que no es dedicado a la agricultura ni pertenece al suelo urbanizado está (in)definido con el término general de naturaleza: es un enorme jardín que ocupa la mayor parte de las extensiones territoriales del planeta. Estos espacios son incómodos, desestructurados, muchas veces impracticables, pero, como apunta Clément, el potencial de las zonas despobladas reside en que han escapado de la mano del hombre y por lo tanto son la reserva genética del mundo, su único posible futuro.
La despoblación y el abandono de pueblos y tierras afectan no solo a las personas y a los propios territorios, sino también a sus economías y a sus estructuras sociales, y sobre todo a la memoria, a sus memorias, a la del territorio y a la de las personas que lo habitan o lo habitaron. Más allá de los efectos y los afectos literales que produce la despoblación sobre el territorio y su población, la exposición La memoria del territorio aborda el tema de la despoblación a través de prácticas artísticas que la entienden desde la memoria colectiva y social, así como desde el propio territorio, y cuenta con tres bloques —despoblación, periferias y repoblación— en torno a los cuales están organizadas y dispuestas las obras. Estos bloques articulan los trabajos que estructuran la muestra espacial y cronológicamente, pero son de alguna manera invisibles y funcionan de una forma intuitiva para el espectador.
La memoria de esos territorios, de los lugares que han pasado al olvido por la despoblación, esos espacios presentes pero obviados en el transcurso del crecimiento de las ciudades, afectados por el natural deterioro provocado por el tiempo o por la colonización y la repoblación, son una promesa, una declaración de la nostalgia, los sueños y las frustraciones de todos aquellos que los poblaron. Esta memoria constituye el verdadero tercer paisaje y el terrain vague en la cultura contemporánea, y quizás plantea el desafío de encontrar nuevas formas de interpretar, ordenar y abordar el entorno y el problema de la despoblación. «Sin documento no hay historia», afirmaba el historiador Jacques Le Goff. Sin memoria, probablemente, tampoco hay territorio.
Con motivo de la exposición se ha editado un catálogo que incluye, además de reproducciones de los trabajos expuestos, textos de Pedro Vicente, Luis Sáez, Alberto Martín y Jose María Alagón.