BELÉN RODRÍGUEZ I SAL METÁLICA

"Sal Metàlica". Patio Herreriano. Museo de Arte Contemporáneo Español, Valladolid. @Victor Hugo Martín

Belén Rodríguez, Sal metálica. Capilla y Sala 9. Patio Herreriano, Museo de Arte Contemporáneo Español, 2023. Comisario Javier Hontoria.

Texto curatorial

Se ha constituido como norma en la programación del Museo Patio Herreriano la adjudicación a artistas de generaciones y quehaceres diversos de la Capilla de los Condes de Fuensaldaña y de la sala contigua, llamada Sala Gil de Hontañón, para la realización de proyectos de carácter específico, esto es, trabajos concebidos en relación a las cualidades del lugar. El que ahora presenta Belen Rodríguez (Valladolid, 1981), que lleva por título “Sal metálica”, se dirige al espacio como extensión de lo “pictórico” en lógica consecuencia de la evolución de su obra última, que tiene en la reformulación de los elementos constituyentes de la pintura, como los relacionados con el color, un interés medular. La elección del adjetivo “medular” no es gratuita, pues hay una inclinación a observar cuanto de estructural se encuentra en los lenguajes de la pintura, algo de lo que da fe la reiterada presencia de “soportes”, fundamentalmente bastidores, y otras superficies, formas o espacios susceptibles de acoger a la pintura. “Sal metálica” produce, además, un amplio elenco de nuevas lecturas y matices narrativos hasta ahora inéditos, pues, en su transitar por el singular espacio de la capilla, las miradas y los cuerpos oscilan libremente entre la imagen y la materia, el plano y el pliegue, la contemplación y la acción o la experiencia de lo real y la expectativa de lo posible. En relación a esto último, señalemos que en la rotunda carga histórica del espacio se desliza ahora la ficción en sutiles y luminosas insinuaciones.

La sal metálica, que no es una metáfora sino un proceso químico real, es el elemento que hace posible que el color se constituya como tal. Es la conductora del pigmento hacia un estado que permita hacerlo perceptible al ojo humano. Podríamos decir, tal vez desde una aproximación algo laxa, que torna la condición etérea de la luz en potencial materia cromática. Las obras que vemos en la sala 9 están compuestas de tejidos que tienen una relación ambivalente con sus soportes, y, en sus diferentes diálogos, o en las diversas formas en que tejido y soporte se relacionan, se formaliza el tránsito. Belén Rodríguez no oculta las fuentes y los estímulos que alientan su interés, a saber, un cogollo de lombarda, el otoño en los bosques de Cantabria, la piel de un aguacate, la fría textura del mármol… A partir de un minucioso proceso conceptual, la percepción de las diferentes tonalidades toma forma. De un lado, se hace eco de los ritmos internos de la naturaleza, y de otro, constata que el color se hace visible solo desde impresiones de corte subjetivo que difícilmente pueden adscribirse a estándares normativos. En cualquier caso, su exhaustivo análisis tiene una conclusión inapelable: el color goza de una vigorosa e inalienable autonomía.

El concepto del pliegue, que la estética barroca asumió como propio, tiene una presencia reiterada. El movimiento fulgurante de líneas y formas característico del barroco es análogo al modo en que el color habita en la naturaleza. Como un pájaro que se cuela en una habitación y a quien guías con tus ojos a salir, el color es un estímulo trepidante al que la luz lleva en volandas. Belén Rodríguez acude a una estrategia en el teñido de los tejidos que pasa por dejar hacer a la naturaleza y fiarlo todo a una ejecución orgánica. La suya es más la posición de una observadora de los procesos, pues parece atender al modo en que las telas quedan activadas por la acción de la naturaleza. El trabajo en estudio deriva hacia un hacer de corte reflexivo en torno a los procesos de los que ha sido testigo.

*

La obra que Belén Rodríguez ha realizado para la Capilla del museo responde con naturalidad al reto que la escala del espacio propone, interpelándolo desde el fondo y desde la forma, esto es, desde la asunción de la proporción del lugar y desde el carácter narrativo que lo define. Una gran superficie de casi cien metros cuadrados ocupa la totalidad del espacio. Se percibe como un territorio, como un paisaje por el que transitamos, vestidos con los atuendos diseñados por la artista. La superficie de la tela evoca un material pétreo, marmóreo, y el conjunto confirma el carácter escenográfico que ya apuntaban muchos de sus trabajos anteriores.

Es pertinente señalar que el Museo Patio Herreriano ha sido testigo privilegiado de la evolución de la obra de Belén Rodríguez hacia lo escenográfico, toda vez que en su paso por la Sala 0, con su obra “Paintung”, y por la reciente colectiva “Pintura. Renovación permanente”, comisariada por Mariano Navarro, se observaban crecientes anhelos espaciales, materializados ahora, aquí, en una dimensión inédita. Y es que lo que introduce esta pieza es el carácter habitable de la obra, la inducción a la experiencia, la pintura que más que mirarse se vive, y el lugar que se transforma, dúctil y dinámico, siempre diferente tras nuestro paso. Tendemos a darle un sesgo contemplativo a todo cuanto entendemos como icónico, y a esta gran superficie marmórea, que tiene la cualidad magnética de todo icono, propone una experiencia extendida en el tiempo, algo que se torna en caudaloso torrente perceptivo.

Son, por tanto, muchas las razones por las que esta exposición que dedicamos a Belén Rodríguez es importante para nosotros, y queremos agradecer a todas las personas que han estado implicadas en su producción, que no son pocas, dada la complejidad del proyecto. Un proceso deslocalizado entre Cantabria y Valladolid que ve ahora en nuestras salas su feliz resolución.

Javier Hontoria.

Sal metálica. Edición Patio Herreriano. Museo de arte contemporáneo español, Valladolid, 2023

"La sal metálica, que no es una metáfora sino un proceso químico real, es el elemento que hace posible que el color se constituya como tal. Es la conductora del pigmento hacia un estado que permita hacerlo perceptible al ojo humano. Podríamos decir, tal vez desde una aproximación algo laxa, que torna la condición etérea de la luz en potencial materia cromática". Javier Hontoria

BELÉN RODRÍGUEZ

Turco y antiguo

2023
Tela de algodón rellena de polvo de corcho reciclado
1200 x 600 x 35 cm

Capilla. Patio Herreriano. Museo de arte contemporáneo español, Valladolid, 2023

…La obra que Belén Rodríguez ha realizado para la capilla del museo responde con naturalidad al reto que la escala del espacio propone, interpretando desde el fondo y desde la forma esto es, desde la asunción de la proporción del lugar y desde el carácter que lo define. Una gran superficie de casi cien metro cuadrados ocupa la totalidad del espacio. Se percibe como un territorio, como un paisaje por el que transitamos, vestidos con los atuendos diseñados por la artista.La superficie de la tela evoca un material pétreo, marmóreo, y el conjunto confirma el carácter escenográfico que ya apuntaban muchos de sus trabajos anteriores.
Es pertinente señalar que la evolución de la obra de Belén Rodríguez hacia lo esceno­gráfico ha tenido en el Patio Herreriano algunas de sus cotas más significativas, toda vez que en su paso por la Sala O y en la reciente colectiva “Pintura. Renovación permanente”, se observaban crecientes anhelos espaciales, que se materializan aquí en una dimensión inédita. Y es que lo que introduce esta pieza es el carácter habitable de la obra, la inducción a la experiencia, la pintura que más que mirarse se vive, y el lugar que se transforma, dúctil y dinámico, siempre diferente tras nuestro paso. Tendemos a darle un sesgo contemplativo a todo cuanto entendemos como icónico, y a esta gran superficie marmórea, que tiene la cualidad magnética de todo icono, propone una experiencia extendida en el tiempo, algo que se torna en caudaloso torrente perceptivo…

Javier Hontoria

BELÉN RODRÍGUEZ

Wombo Lombo

2023
Tres bastidores de madera de teca. Diez túnicas de algodón teñidas con tinte natural.
230 x 200 x 400 cm

BELÉN RODRÍGUEZ

Voz por noche

2023
Tintes naturales sobre algodón.
250 x 170 cm

Colección Jorge M.Pérez, Miami

BELÉN RODRÍGUEZ

Hoja Verso

2021
30 telas de algodón orgánico teñidas con tintes naturales, plancha de madera de haya.
210 x 150 cm
Proyecto realizado en colaboración con The Dyer's House para el V Premio Cervezas Alhambra, ARCO-Madrid.

BELÉN RODRÍGUEZ

Sube la montaña, baja la montaña

2023
Palo de bambú y telas colgadas.
240 x 800 cm ancho , 7 cm diámetro

BELÉN RODRÍGUEZ

El adjetivo estaba en pasado (mangas)

2023
Soporte de madera de teca y telas teñidas con tintes naturales.
145 x 90 x 10 cm

BELÉN RODRÍGUEZ

Desde una madriguera (Celosía espigada)

2023
Soporte de madera de teca y telas teñidas con tintes naturales.
250 x 170 cm

Sal metálica. Edición Patio Herreriano. Museo de arte contemporáneo español, Valladolid, 2023

Un arte que late con la vida de la Tierra. Sobre la obra de Belén Rodríguez, Chus Martínez.

Salidas

La obra de Belén Rodríguez encarna la búsqueda de una nueva práctica del arte. Su obra está llena del respeto y la deuda con los siglos que hicieron de la pintura y la escultura un lenguaje artístico mayor, capaz de hablar de los temas de la época, capaz de representar las tensiones de las autoridades que encargaban las obras. Su trabajo encarna también las ansiedades de esos lenguajes que se convierten en modernos, que buscan nuevos horizontes de sentido, que descifran las profundidades prometidas por las eternidades místicas y geométricas.  Entiende el nerviosismo que traspasó los períodos que la pintura y la escultura vivieron tras lo Moderno, tras las celebraciones de su propio ser y presencia. De nuevo, los dos lenguajes se quedaron a solas con la sociedad, con preguntas que trascendían la forma y la composición buscando una razón de ser, buscando el sentido de su propia existencia. Su obra sabe de todo ello, de todos los períodos pasados de la historia y de todas las glorias y miserias que vivieron estas dos disciplinas. Sabe de su relación con el poder, con la exclusión de género, de su relación con los valores hegemónicos geopolíticos y los cánones….. Saber de todo, sentir cómo también las prácticas artísticas pueden absorber y encarnar las malas prácticas de las culturas occidentales, su ceguera ante la diversidad, ante las formas vernáculas e indígenas de ser y hacer es lo que motiva su trabajo. Lejos de resentirse, su obra siente de nuevo todos estos dolores múltiples. Hay una enorme compasión en su manera de hacer. Actúa como si la pintura y la escultura occidentales hubieran sufrido un grave accidente y necesitaran, ahora, una larga rehabilitación que ella es capaz de proporcionarles. En su aproximación a estas materias ejerce de sanadora, de logopeda, ortopedista, entrenadora… está orientando todos sus esfuerzos a reconducir los lenguajes artísticos más centrales de nuestros pasados hacia nuevos futuros. Para ello es necesario un gran esfuerzo. La conversación comienza entendiendo lo básico: las estructuras que sostienen una pieza, la madera, el metal; con la tela tensada sobre los bastidores de los cuadros. Comprender de nuevo estos elementos les da a todos – a la artista y a las disciplinas – una oportunidad de humildad, de enfrentarse a sustancias, preguntas y comunidades nunca antes tenidas en cuenta.

 

Audacia

Es audaz asumir la tarea de acompañar al arte en su descubrimiento del espacio – como espacio natural – y de la tradición – como tradiciones vernáculas –.  Es un ejercicio que ayuda a la artista a aprender junto con el lenguaje a decir campo, a decir árbol, a decir cielo, a decir comunidad. Este proceso no es fácil ya que al perder ciertos rasgos formales y materiales la pintura y la escultura pueden parecer desnudas, crudas y, en el peor de los casos, poco sofisticadas. Este último rasgo puede parecer el más banal y sin importancia y, sin embargo, la sofisticación es un rasgo central para llegar a ser deseado y aceptado. La sofisticación en el arte es muy difícil de describir y probablemente sea inútil intentarlo.  Es la posibilidad de que una obra, de que un lenguaje artístico sea mundano, situado-en-el-mundo, siendo y encarnando un mundo que deseamos y queremos, el calor de la corriente dominante. La sofisticación no se refiere a ningún refinamiento profundo, sino a un rasgo históricamente adquirido que permite al arte adaptarse a los modelos de poder de la época en la que se encuentra. No interpretemos el poder como el poder de arriba abajo, sino imaginemos el poder que permitimos como grupo, como sociedad cada vez que expresamos nuestra aceptación o rechazo de prácticas y cosas. El simple poder expresado en grandes comportamientos sociales es lo que el arte absorbe y expresa tantas veces como parte importante del mundo. La obra de Belén Rodríguez, sin embargo, se aleja de este rasgo adaptativo. Su trabajo asume que la pintura y la escultura saben demasiado bien cómo estar en esta posición y su búsqueda es entrenar los géneros para estar en otro lugar.

¿Qué le diría un cuadro a un bosque? ¿Cómo se relacionaría una escultura con el tronco de un árbol, con el cuerpo adaptable de una hiedra? ¿Qué significa la composición en el contexto de una cordillera o la cuenca de un río? El arte occidental ha representado esos elementos como temas, pero nunca ha experimentado la naturaleza como su contexto. Aprender a estar ahí no es tarea fácil. Hace unas décadas este exceso se habría percibido como nostálgico o incluso escapista. Ahora, sin embargo, se interpreta como necesario, es un acto de responsabilidad que la artista promulga en nombre no sólo de sí misma, sino de la conciencia colectiva de que este giro a la naturaleza es un giro a la igualdad y a una sociedad diferente.

Sabios

Hay muchas formas de entablar una conversación con la naturaleza y, también, con la historia. Hace algunas décadas, la conversación con el pasado se plasmó en un renacimiento de la presencia de documentos tanto en obras de arte como en exposiciones. El archivo se veía como garantía de la legitimidad de la memoria colectiva. Sin embargo, el pasado ocurrió en el plural y muchas dimensiones del pasado nunca fueron documentadas o al menos no en la forma moderna requerida por el aumento del aparato burocrático.

Debemos interpretar el interés por las técnicas de coloración textil de Belén Rodríguez en el horizonte de una investigación sobre prácticas ancestrales pero también desde un genuino interés por incluir la naturaleza y sus huellas en el pasado, presente y futuro del arte.

Con demasiada frecuencia abordamos la sostenibilidad en nuestra nueva relación con la producción y destrucción de materiales. Es cierto que muchos de los materiales utilizados para hacer arte no son orgánicos ni fáciles de reciclar. En defensa del arte, yo diría que el arte nunca está pensado para ser reciclado y, por lo tanto, los materiales “malos” utilizados para la producción de obras de arte se quedan ahí y nunca aterrizarían en la tierra creando un problema con su toxicidad. Sin embargo, la búsqueda en la obra de Belén Rodríguez no es encontrar materiales buenos, sino materiales que trasladen su sabiduría de la naturaleza, su inteligencia orgánica, al ámbito del arte. La historia de la coloración es larga y hermosa. Supone una investigación sobre relaciones complejas y fascinantes: la relación entre las plantas y sus colores; la relación entre el color y su permanencia; la relación entre la vida y sus huellas o su más allá en el color…

La cuestión del color en general, y específicamente en la obra de Belén Rodríguez, es fundamental. El color no es una sustancia aplicada en la superficie de un tejido, una tela o un algodón. El color se ve como la sangre, un elemento fluido que no sólo irriga todos los órganos de un género, sino que también lleva consigo información. Esta información es fundamental para la forma en que interpretamos el tiempo, la permanencia y las relaciones que se establecen dentro y fuera de una obra de arte. Las cuestiones técnicas no son necesariamente centrales en el estudio de la historia del arte. Se centra más en el desarrollo de los temas, en la evolución y los contextos de la presencia humana en el arte. Por lo tanto, tendemos a dar por sentado el color, ya que no acabamos de estudiar su desarrollo y su política. ¿Por qué política? Porque el descubrimiento de sustancias capaces de estabilizar los colores es primordial para la representación del poder. El poder y el color están más cerca de lo que pensamos. Una vez visité el taller del ceramista Antoni Cumella. Ya no vivía, pero su hijo, también llamado Toni, como su padre. Fue la primera vez que me enfrenté al esfuerzo histórico por conservar y repetir el color. El estudio era un índice de pequeños tubos usados en miles de tonos de diferentes colores y cuadernos con la composición exacta de esos colores. Al parecer, Antoni Cumella recibía piezas de la dinastía Ming de parte de Pablo Picasso, que se las compraba. Le fascinaba cómo el poder de una dinastía se plasmaba en un determinado y bellísimo tono de verde jade presente en cada pieza de cerámica. Como somos herederos de las formas industriales de elaboración hemos dejado de entender el esfuerzo que cuesta alcanzar ese color, ser capaces de producir – manualmente – exactamente el mismo color, al menos para nuestros ojos. Esta firma de color fue una revelación para mí. El verde como meta. Nuestra ignorancia supone que el verde, tan presente en la naturaleza, tan poderoso, es un color fácil de obtener y de fijar en los tejidos. La verdad es lo contrario. El verde es un imposible a menos que utilicemos productos químicos. Las plantas sólo nos dan los colores de la tierra, de las raíces, de las estructuras de sus cuerpos, pero nos niegan el verde de sus hojas.

Nuestro interés por mantener estables los colores, lavado tras lavado, tiene un aspecto práctico. Pero hay un deseo mucho más psicológico de hacer que ciertos colores sean eternos, para siempre. El color es el lenguaje de la intensidad y la expresión. Queremos la oscuridad mágica del cielo tras la puesta de sol una y otra vez. Queremos el rojo del sol, intenso, brillante y elocuente en su sed de vida. Queremos los amarillos de la luz emanada reflejándose en todo, fundiendo el mundo en su intensidad. Queremos la audacia del verde del musgo y del helecho, tan elocuentes en su frescura. El color revela lo que esperamos de la vida y de los seres que la constituyen: que nos nutran intensamente con experiencias que cubran los momentos que no son tan brillantes.

La importancia de aprender a teñir una tela radica en el humilde gesto de aprender de nuevo lo que hicimos para componer un mundo diseñado sólo con nuestros sueños. Sin duda, el color habla de nuestra visión de la naturaleza como proveedora tanto de fuentes para sobrevivir como de experiencias para alegrarnos. Olvidamos preguntarle a la naturaleza: ¿con qué sueñas?

Futuros

La obra de Belén Rodríguez es como si fuéramos capaces de tener el poder de hacer que una disciplina se doble hacia una cosmología diferente. Imaginemos por un segundo que la pintura y la escultura tienen un cuerpo y que el artista es un gigante capaz de hacer que se doblen, como se hace en el yoga, capaz de tocar sus espaldas y de hacer que todo un lenguaje artístico se doble sobre sí mismo. Al hacerlo, el arte – digamos la pintura – dejará de mirar hacia el futuro, como una entidad que nos precede en el espacio y en el tiempo. Una vez doblada, la pintura se enfrentará al suelo y empezará a ajustar su aliento para que germine lo mejor de él. Enfrentarse al suelo hará que la pintura descubra el suelo como superficie. Una superficie llena de imperfecciones, accidentes, elementos, agresiones, basura, semillas, sedimentos… una superficie que no es superficie ya que tiene una profundidad impensable. ¿Cuándo acaba la superficie de la tierra y cuándo empieza la profundidad? Lo que llamamos suelo es una corteza, una corteza sólida y rígida de cinco a setenta kilómetros de espesor. Imaginemos un lienzo sólido y luego un armazón esférico que lo sostiene. Imaginemos una base líquida para un lienzo-corteza sólido que nos lleva al manto de la tierra y luego a su núcleo y a su interior. Esto es lo que pretende la artista en su práctica: reorientar los horizontes de los géneros artísticos históricos de manera que no sólo afecten a los temas que representan, sino a su propia naturaleza, a su actuación como seres en el mundo.

Belén Rodríguez imagina una práctica artística respetuosa con el pasado, pero capaz de transformarse en formas que antes no imaginábamos. El respeto es una noción importante aquí. Con todos los problemas del arte, del arte occidental, del arte transmitido históricamente, hay respeto por el arte. Esto significa que también hay esperanza para el arte. El arte es una sustancia que puede aprender de sus propios abusos, una sustancia que supera los papeles que se asignaron a determinadas formas de actuación social, económica, identitaria y natural. El arte es un portador increíble y, por tanto, una sustancia atenta que puede servir a los valores de los pueblos y las comunidades fuera de los parámetros del antagonismo, la exclusión y el odio.

Hay, pues, en toda la práctica de Belén Rodríguez una filosofía: a través de la cercanía y la dulzura podremos transformar muy poco, pero ese muy poco creará una confianza y ese vínculo servirá de lenguaje para decir las cosas de otra manera, para nombrar un mundo en paz consigo mismo. La proximidad y la paz son valores primordiales en su obra. Estos valores no son espectaculares.

La guerra es espectacular. La destrucción es espectacular. El cinismo es espectacular. La arrogancia es espectacular. El trabajo de Belén Rodríguez no sirve al espectáculo. Sirve a una fuerza que confía en nuestra voluntad de permanecer juntos en paz. Parece sencillo, pero el pacifismo ha perdido terreno. De los medios de comunicación al capitalismo, el choque y el enfrentamiento parecen ser la única forma de relación que nos queda. Nos enfrentamos sin cesar a problemas, límites, dificultades. Nadie parece preocuparse por diseñar contextos en los que la vida transcurra dentro de los parámetros de la alegría. La alegría no es lo mismo que la felicidad. Es una experiencia apoyada colectivamente en la certeza de que la vida va a continuar, de que somos capaces de un cierto desarrollo y realización. La práctica de Belén Rodríguez apoya esta confianza en la vida pacífica. Por lo tanto, sería erróneo describir su forma de entender el arte como ecológica o empática con la naturaleza. Ambos rasgos están ahí, no como meros impulsos gestuales, sino como un verdadero compromiso con una percepción diferente de los mundos vivos.

Llegadas

La obra de Belén Rodríguez apuesta por las muchas llegadas que necesitamos potenciar: la llegada a la naturaleza, pero también la llegada a un mundo no violento, la llegada a la igualdad, la llegada a una delicadeza que se ofrece como método para valorar y para  relacionarnos. El suyo es un ejercicio que sí presenta la obra como obra y la obra como práctica interpretativa que no está interesada en revelaciones particulares o en la verdad sino en el juego entre los elementos que conforman nuestros presentes y pasados sin dar cuenta completa de la interpretación de ello. ¿Qué significa esto? Significa que para superar el binario que separa la naturaleza de la cultura, necesitamos superar también los binarios que separan las cosmovisiones humanas opuestas. La polarización es una fuerza que se impone a la democracia y ensombrece el significado de la libertad. Hemos perdido la capacidad de relacionarnos con puntos de vista y formas de vida que no compartimos. Las suprimimos, las discriminamos o las anulamos, según el concepto. Las visiones radicales sobre lo real han tomado su espacio y su poder y parece difícil contrarrestar su peso en el devenir social con sólo abordar sus peligros, una y otra vez. Los tratamientos críticos y acríticos de lo real giran sobre sí mismos como un remolino en la corriente de un río. Necesitamos formas de re-sensorializar los distintos caminos a favor de la convivencia. La imposibilidad de convivir y de compartir aulas y espacios públicos tiene que volver a suceder. Es por estos motivos que tenemos que permanecer atentos a prácticas como la suya. No hay nada espectacular en convivir y dirigirse al otro con respeto. Es sólo una práctica que exige apoyo y audacia para ser llevada a cabo en comunidades pequeñas y más grandes. Exige una humildad que ya está inscrita en su trabajo, la humildad de no saber exactamente pero confiar en que encontraremos una forma de relacionarnos, de hablar, de estar juntos. Exige el descubrimiento de elementos que no son nuevos ni impresionantes, simplemente son relevantes. El descubrimiento de un arte invertido en introducir una delicadeza en el comportamiento social y estético es lo que define la obra de Belén Rodríguez.

Chus Martínez.

Sal metálica. Edición Patio Herreriano. Museo de arte contemporáneo español, Valladolid, 2023

BELÉN RODRÍGUEZ I LA LÍNEA DE KARMAN

BELÉN RODRÍGUEZ

La línea de Karman

2023
Telones teñidos con tintes naturales.
400 x 800 x 10 cm. Fotografías: © François Deladerrière

Exposición "Hasta la Madrugada". Centre d'art contemporain d´internêt national à Saint-Gaudens. Chapelle Saint-Jacques

…¿Qué sucede antes del amanecer, ese meteoro brillante que sigue al amanecer y precede al amanecer? Entorno onírico y generoso, poblado de historias, cuentos, la exposición plantea la cuestión de las historias detrás de la decoración, de las imaginaciones que desaparecen con el alba. Se trata también de gestos y saber hacer, una invitación a descubrir otras culturas, otras creencias, otros pueblos…

Emilie Flory. Texto curatorial de la exposición “Hasta la Madrugada”. Centre d’art contemporain d´internêt national à Saint-Gaudens. Chapelle Saint-Jacques

BELÉN RODRÍGUEZ I AMARILLO ES EL BOSQUE

BELÉN RODRÍGUEZ

Amarillo es el bosque

2023. Telones teñidos con tintes naturales.
600 x 1100 cm

Exposición ¡Doblad mis amores!. Museo Collegium, Arévalo, Ávila, España

…En este contexto podemos entender el impulso de Belén Rodriguez por acercarse a las tradiciones de cada región, sobre todo de la costa norte de España, relacionadas con el arte de teñir con plantas. Belén, que estudió en parte en Viena, quedó prendada de la exuberancia de los tejidos que cubrían las paredes de ciertos palacios imperiales, como el de Schönbrunn, donde vivía la emperatriz Sissi (una obra del siglo XVIII). Ni qué decir tiene que los libros de viajeros que describían la naturaleza y las edificaciones históricas inspiraron a los artistas de la época a pintar paisajes en los muros. El origen del hábito de vestir ropa de colores está en la voluntad de imitar la frescura y los tonos vibrantes de la naturaleza. Desandar la historia industrial del teñido y acercarse a las plantas que nos rodean para embellecer las telas que nos cubren y arropan nuestras casas es un ejercicio artístico a la vez que un homenaje a todos los que viven en el respeto al campo, a la tierra y al agua. Con los conocimientos aprendidos y además su grandísimo saber hacer, paciente y bello, Belén ha creado un bosque para todos nosotros. Los pigmentos naturales recrean así lo que son y se nos presentan con la alegría de saber que el bosque siempre es una fuente de alivio. Sé que diréis que este es un bosque abstracto, pero no diríais lo mismo de los restos de tierra que nos quedan en las manos y la piel después de un intenso día de trabajo en el campo. Esa tierra es real y este bosque es real porque esos pigmentos son árboles, son la substancia misma de las plantas…

Chus Martínez. Texto curatorial para la exposición ¡Doblad mis amores!. Museo Collegium, Arévalo, Ávila, España

"Los pigmentos naturales recrean así lo que son y se nos presentan con la alegría de saber que el bosque siempre es una fuente de alivio." Chus Martínez

BELÉN RODRÍGUEZ

Amarillo es el bosque.
Cuaderno de bitácora para la exposición ¡Doblad mis amores¡ Museo Collegium, Arévalo, Ávila, España

Otros trabajos

BELÉN RODRÍGUEZ

Destilado de un paisaje

2023
Telones teñidos con tintes naturales y listones de madera de teca.
200 x 135 cm

BELÉN RODRÍGUEZ

Lo escogido, lo mejor

2023
Loneta descolorida. Cubo de madera.
27 x 27 x 27 cm

BELÉN RODRÍGUEZ

Tres desayunos

2023
Tela de algodón teñido con cáscara de aguacate u hueso de aguacate natural.

Medidas variables.

BELÉN RODRÍGUEZ

Perfiles absolutos II

2021
Collage de telas de algodón.
42 x 32 cm

BELÉN RODRÍGUEZ

Perfiles absolutos III

2021
Collages de tela de algodón.
42 x 32 cm

BELÉN RODRÍGUEZ

Yo espeso los colores

2021
Decolorado de tela de algodón.
340 x 600 cm

BELÉN RODRÍGUEZ

Western beautiful disorder

2021
Collage de telas teñidas y desteñidas sobre algodón.
250 x 178 cm

BELÉN RODRÍGUEZ

Juni Hitoe Ropa Interior

2022
Decolorado de loneta de algodón, bastidor de madera de teca.
200 x 136 cm

BELÉN RODRÍGUEZ

Silkanplastics black

2015
Óleo y acuarela sobre seda.
274 x 185 cm

BELÉN RODRÍGUEZ

El secreto

2019
Collage de tela de algodón y seda negra. Sobre bastidor de madera de haya.
200 x 140 cm

BELÉN RODRÍGUEZ

Alas de murciélago

2019
Trapos de pintor sobre listones de madera de pino.
250 x 250 cm

BELÉN RODRÍGUEZ

Pintura de aguja

2019
Algodón naranja en la bella sombra. Flecos de nylon.
200 x 141 cm