Contesta pausadamente, masticando las palabras, quizá para decir sólo aquello que pretende y no otra cosa. Se añade al discurso su voz queda y cierta incomodidad frente a la cámara. Conclusión: en una entrevista no está en su salsa.
Donde Cristina Mejías (Jerez de la Frontera, 1986) fluye es entre maderas, barro, cristal; y también entre sonidos, luces, vídeos. Todos son los mimbres con los que trabaja esta joven artista visual. ARCO, la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de España, que acaba de terminar, le ha dejado su estudio medio vacío, pero los bolsillos medio llenos, gracias al premio illy SustainArt, que ha reconocido su trabajo con 15.000 euros.
Este balón de oxígeno no es poca cosa para una artista emergente como ella que, siempre con la incertidumbre pegada a la espalda, confiesa tener la suerte de vivir de su trabajo desde hace un par de años. Sus obras no han salido de la nada. Es licenciada en Bellas Artes por la Universidad Europea de Madrid y completó su formación en la National College of Arts & Design de Dublín y en la Universidad Complutense de Madrid, con un máster en Arte y Creación.
- P-. ¿Qué disciplinas abarca su trabajo?
- R-. Sobre todo escultura, instalaciones, vídeo… No me concreto en una sola sino que, según el proyecto, voy investigando opciones. Me gusta aprender cosas nuevas. Ahora estoy probando los imanes, por ejemplo, porque quiero ver cómo pueden producir movimiento.
- P-. Describa uno de sus proyectos importantes o significativos.
- R-. Una de mis primeras obras fue un vídeo (‘Temps Vécu’, 2014) que ha resultado ser una pieza matriz en mi trabajo posterior. Dura ocho minutos y se ve un proceso de escritura y dibujo a cuatro manos. Somos mi abuela y yo
P-. ¿Qué quería contar en ese vídeo?
R-. El engranaje que se produce entre lo que ella me transmitía y lo que yo aprendía, porque no estaba claro quién guiaba a quién. Ese proceso es muy importante para contar lo que está pasando. Me interesa también la transformación que sufren los mensajes, la subjetividad del contar, la distancia entre lo que se transmite y lo que se escucha.
P-. El arte contemporáneo a veces es muy abstracto. ¿El público lo entiende?
R-. No creo que se trate de entender, sino de sentir, aunque también es cuestión de educar la mirada y la sensibilidad. Los artistas nos formamos durante muchos años y a veces se nos exige simplificar el discurso. Toda la responsabilidad no debe caer en nosotros.
P-. ¿Se atiende en España a esa educación?
R-. No. El arte está bastante apartado de nuestro día a día, se atiende más a la productividad, a lo considerado útil e inmediato, como estudiar una ingeniería o medicina. Eso pasa desde el colegio. A mí rara vez me llevaban a un museo y Plástica era la ‘maría’. Hay que empezar desde ahí a darle importancia a la cultura porque desde todos los ámbitos se genera conocimiento. La consecuencia de no hacerlo es que se generan barreras y eso impide que todos podamos disfrutar de ella.
P-. Muchos dirán que el arte no sirve para nada. ¿Qué es para usted?
R-. En una sociedad tan capitalizada como en la que vivimos todo tiene que tener un resultado práctico y, desde ese punto de vista, escribir una poesía es una pérdida de tiempo. Creo que ahí está el quid de educar la sensibilidad: es lo que más humanos nos hace. No hay que pensar que todo se tiene que transformar en un ladrillo que se vende por dinero. Se irían a la mierda la música, literatura y arte, que es, al final, de lo que más nos acordamos.
P-. ¿Cuándo empieza tu inquietud artística?
R-. Siempre me ha gustado trabajar con las manos en el cole. Me encantaba la Plástica y en mi familia lo he visto de cerca, con mi abuelo, mi tío, mi hermano… He tenido la suerte, además, de que mis padres me han apoyado. ‘Si te gusta, lo harás bien, si eres perseverante, adelante’, me decían. Yo empecé Arquitectura y Bellas Artes, también siguiendo ese lado practico. Luego, me fui de Erasmus, tuve que elegir, y al volver ya supe que Bellas Artes era lo que quería.
P-. Ahora hay exposiciones inmersivas, llenas de luces. ¿Qué opina?
R-. Se buscan productos de fácil consumo. En vez de educar esa mirada, se bajan las expectativas. Es como ver una serie barata para echar el rato en vez de apostar por discursos más interesantes. Podrían coexistir, pero unos desplazan a los otros.
P-. ¿Consume arte clásico?
R-. Nadie que pueda debería dejar pasar más de tres meses sin ir al Prado o al Thyssen. Me maravillan.
P-. ¿Existe brecha de género en el arte?
R-. Hay mucho por hacer todavía y ver el número de mujeres que están en los museos o en las galerías. El arte que se consume sigue siendo mayoritariamente masculino, pero también hay una conciencia más asentada en nosotras de que estamos aquí para quedarnos.
P-. ¿Hay cantera artística en España ?
R-. Viví cuatro años en Berlín, una ciudad con mucho movimiento, pero cuando regresé comprobé que aquí hay mucho talento, mucha gente joven metida en proyectos muy importantes.
P-.¿En qué anda ahora?
R-. Estoy en tres exposiciones colectivas en Francia, Amposta y Portugal, y estoy trabajando ya en un proyecto para septiembre. Será una gran estructura y quiero integrar en ella vidrio, luces, vídeo, el canto de unas ballenas…