A cura di Pedro G. Romero Sacco. El saco de Roma, las crisis de la representación y los flamencos. CUADRAS/GALLINERO. Bergen Assembley
Entre el 5 de septiembre y el 3 de noviembre de 2019.
Entrada y salida según horarios de la granja.
“Un evento para gallinas en la granja”
Langegården besøksgård y el espacio del Belgin Bergen en Kode Museum, Bergen, Noruega.
Un trabajo de
Teresa Lanceta & Pedro G. Romero
Ver vídeo en directo de fjosanger en www.twitch.tv
Con la participación de
Ludovica Manzetti, Matteo Binci, Cinzia Mariani, María García, Nuria Rodríguez, María del Mar Villafranca, Tor Steffen Espedal, Kirsten Wandschneider, Erik Krohn Hansen, Tolga Balci, Anthony Morton, Samuel Mestre, Rafael Marín, Laura Valles, Ester Pegueroles Castellet, Josefa Aragonés Sancho, Albert Benlloch Enguita, Pep Benlloch Serrano, Isabel Carballo Municio, Nuria Enguita Mayo, Carmen Lanceta Aragonés y Félix Molada Mora.
Fotografía de gallinas. Anthony Morton para Teresa Lanceta & Pedro G. Romero, 2019.
Dentro del proyecto “political parties/Asamblea General” curado por María García & Pedro G. Romero para la Bergen Assembley 2019, ACTUALLY, THE DEAD ARE NOT DEAD, un proyecto comisariado por Hans D. Christ and Iris Dressler, con Murat Deha Boduroglu, María García, Hiwa K, Katia Krupennikova, Viktor Neumann, Paul B. Preciado, Pedro G. Romero, Simos Sheikh and Emma Wolukau-Wanambwa.
Bergen Assembley/Kunstvereim Stuttgart.
Real Academia de España en Roma.
AC/E, Acción Cultural Española.
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El punto de partida se encuentra en el relato del historiador bizantino Procopio de Cesarea, que en su De bello vandalico dice así: “Uno de sus eunucos se acercó al emperador Honorio y le dijo que Roma había perecido. Visiblemente impresionado el emperador gritó: Y sin embargo, ha comido de mi mano hace unos instantes!. Porque él tenía una gallina muy grande, su favorita, llamada Roma. El eunuco comprendió la confusión y le dijo que era la ciudad de Roma la que había perecido a manos de Alarico. El emperador, con un suspiro de alivio, respondió rápidamente: Pero yo, mi buen amigo, pensé que era mi gallina Roma la que había perecido. Tan grande, dicen, fue la locura con la que estaba poseído este emperador”. Se refiere al famoso saco de Roma del 410, llevado acabo por los vándalos que dirigía el general Alarico. Edward Gibbon ya tomó precauciones hacía ésta, literalmente, anécdota, que presenta al cristiano Honorio anclado a viejas costumbres paganas, débil, extravagante e idiota, desprecia a Roma, a su senado y a su enemigo Alarico. Pero, cómo diría Viciane Despret la pregunta adecuada es: ¿porqué precisamente gallinas?
Para nuestro propósito han sido interesante las nociones sobre el conocimiento político del espacio en las gallinas descritas por Giorgio Vallortigara en su Cerebro de gallina, un eufemismo italiano para el dicho castellano “cerebro de mosquito”. La medida del espacio tienen que ver con una percepción de comunidad: el movimiento del grupo, la distribución de alimento, el lugar de la puesta de huevos condicionan esa especie de movimiento esquinado propio del caballo del ajedrez. El animote, dice Derrida, debe sumar, a la vez, la zoología y el significado cultural del animal.
La invitación a Teresa Lanceta para este trabajo le atañe de distintos modos: por un lado está la alfombra en el cuadro del pintor australiano John W. Waterhouse, Los favoritos del emperador Honorio (1883), pero también su conocimiento de la Disco Chiken (1988) de Martín Kippenberger; por otro lado, está ese regalo que fue el adagio de Bert Flint en el Museo Tiskiwin de Marrakech, emplumarse es una forma de descolonización; y, finalmente, su frase lapidaria: “mi conciencia política empezó cuando apresaron al Lute y su primer cargo fue por robar gallinas”. Creo que los trabajos de suelo y pared de Teresa Lanceta, sus tapices, siempre han ensayado otra forma de entender el espacio física y simbólicamente, consciente siempre de la necesidad de un nuevo reparto que, en definitiva, es lo que estamos ensayando.
El tapiz que ha realizado Lanceta con las aportaciones de vecinos y amigos que han regalado viejas prendas y lanas sobrantes, está tejido con diversas técnicas aunque sea la jarapa –la confección con trapos y retales- la dominante. Su dibujo parte de algunos suelos geométricos que en Roma albergaron la función legislativa de las gallinas. Lo romanos nos dieron el derecho pero esas leyes, a menudo, debían ser ratificadas por el baile que realizaban unos pollos delante de los augures. Desde los mosaicos de Villa Livia Ad Gallinas Albas hasta el suelo de la Curia Julia, precisamente sede del senado romano en tiempos de Honorio, las gallinas significaron también la democracia plebiscitaria, frente a estas viejas prácticas de adivinación etrusca el Emperador siempre prefirió el moderno auspicio del gallo sacrificado que, siempre en privado, dejaba ver su hígado. Los pollos significaban pares contradictorios: la religión arcaica y la plebe moderna, la sensatez de los viejos senadores y la extravagancia loca del emperador, el paganismo secular y la debilidad de los cristianos; pero lo que a nosotros nos interesa es el suelo mismo que estas contradicciones pisaban.
Nuestros gallineros están llenos de políticos, de filósofos y de idiotas, vaya, las mismas gallinas. Como en Le galline pensierose de Luigi Malerba, las gallinas son el ejemplo idiota. María Zambrano describió bien este caminar en el que la línea recta es desconocida, este bailar continuo rondando siempre alrededor de algo, ese menear pendularmente la cabeza diciendo no se qué y esa expresión, que muchos entienden por bobería o idiotez, es sólo comparable a la alegría del viviente que encuentra a la par, amor y libertad. Siempre es un placer hipnótico observar a las gallinas, nuestro tapiz no tiene otra función que el de una lupa, un instrumental óptico para aumentar los placeres del que se queda mirando. También damos algunos textos y unas hojas de notas en la que poder seguir aumentando el número casi infinito de observaciones.
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The starting point can be found in a story recounted by the Byzantine historian Procopius of Caesarea in his book The Vandal (De Bello Vandalico), which goes like this: “…they say that the Emperor Honorius in Ravenna received the message from one of the eunuchs, evidently a keeper of the poultry, that Rome had perished. And he cried out and said, ‘And yet it has just eaten from my hands!’ For he had a very large cock, Rome by name; and the eunuch comprehending his words said that it was the city of Rome which had perished at the hands of Alaric, and the emperor with a sigh of relief answered quickly: ‘But I thought that my fowl Rome had perished.’ So great, they say, was the folly with which this emperor was possessed.” Procopius was talking about the famous Sack of Rome by the Visigoths led by King Alaric. The 18th-century historian Edward Gibbon was already sceptical about this literal “anecdote” that portrays the Christian emperor Honorius as a weak, extravagant fool hanging on to old pagan customs and unconcerned with Rome, its Senate, and its enemy Alariac. But as Vinciane Despret would say, the right question is: why chickens?
For our purposes, it was interesting to read about the political awareness of space in the chickens described by Giorgio Vallortigara in his book Cervello di gallina (literally “hen’s brain”, an Italian euphemism equivalent to “birdbrain”). The dimension of space is linked to the perception of community: the movement of the group, the distribution of food, and the place where eggs are laid, all determine chickens’ distinctive angular path, a bit like a knight in a game of chess. The animot, said Derrida, should combine the zoology and the cultural significance of animals.
The invitation to collaborate on this work concerns Teresa Lanceta in various ways: there is of course the carpet in the painting by British artist John W. Waterhouse, The Favourites of the Emperor Honorius (1883), but there is also her interest in Marin Kippenberger’s Disco Chicken (1988), and the gift of Bert Flint’s adage at the Tiskwin Museum in Marrakesh, “donning feathers is a form of decolonisation.” And there is of course her memorable statement: “my political consciousness was born when El Lute was arrested and his first charge was stealing chickens.” I think that Teresa Lanceta’s carpets and wall hangings, her tapestries, have always explored a different way of understanding space physically and symbolically, always aware of the need for a new distribution, which is essentially what we are attempting.
The tapestry that Lanceta has made with the old items of clothing and leftover wool offered by friends and neighbours is woven with different techniques, but mainly jarapa, which is crafted from scraps and offcuts. The pattern is based on some of the geometric floors on which chickens performed their legislative duties in ancient Rome. The Romans gave us the legal system, but their laws often had to be ratified by the movements of a group of chickens observed and interpreted by the augur-priests. From the mosaics of Villa of Livia Ad Gallina Albas to the floor of the Curia Julia -the seat of the Roman Senate during the reign of Honorius- chickens also stood for plebiscitary democracy: over these old practices of Etruscan divination, the Emperor preferred the modern augury of the sacrificed rooster which allowed its liver to be examined, always in private. Chickens represented contradictory pairs: archaic religion and the modern plebs, the prudence of the old senators and the crazy extravagance of the Emperor, secular paganism and the weakness of the Christians. But the important thing for us is the floor that these contradictions trod.
Our chicken coops are full of politicians, philosophers, and fools: of chickens, that is. As in Luigi Malerba’s Le galline pensierose, a chicken is supposedly the model fool. María Zambrano gave a good account of that gait in which there are no straight lines, that constant dancing around something, that pendulous swaying of the head saying something or other, and that expression, which is often interpreted as foolishness or idiocy and is only akin to the joy of a living being who has found love and freedom at the same time. It is always a hypnotic pleasure to watch chickens. Our tapestry is only intended as a kind of magnifying glass, an optical instrument to enhance the pleasure of those who stop and look. We also offer a few texts and pages of notes in which to keep adding to the almost infinite number of observations.