TEXTOS

La otra cara del sujeto moderno. Juan Bosco Díaz-Urmeneta. (Noviembre de 2016) Diario de Sevilla

Vista desde la entrada de la galería, la imagen colocada al fondo, justo en la pared opuesta, se antoja sólo la silueta plana de un cuerpo humano que recorta sus negros perfiles contra la cal del muro. Pero esta primera impresión pronto cambia. A medida que nos aproximamos a la figura va surgiendo la tercera dimensión hasta advertir finalmente el volumen de la cabeza, reclinada sobre la pared.

La obra interesa aun desde un punto de vista puramente formal: es una reflexión sobre la percepción y una leve ironía respecto a la historia del arte. El equívoco visual patentiza el papel que juegan los contrastes en la visión: una figura excesivamente contrastada respecto al fondo tiende a aplanarse. Por otra parte, la obra es un trampantojo a la inversa: frente los esfuerzos de la pintura tradicional por lograr en el plano la ilusoria tercera dimensión, aquí la escultura oculta a primera vista su volumen.

Pero MP & MP Rosado (San Fernando, Cádiz, 1971) no se quedan en paradojas formales. La imagen tiene un contenido: recordar las luces y sombras del sujeto moderno. Con la Ilustración y las revoluciones liberales comenzó el largo ocaso del autoritarismo político y el dogmatismo religioso. Nació un sujeto libre, a quien se le reconocía capacidad para pensar y regirse por sí mismo, y actuar según sus convicciones. Son las ideas que inspiran las constituciones democráticas y las declaraciones de derechos, y en tal sentido deben ser defendidas a toda costa. Pero el sujeto moderno no carece de sombras: sus convicciones, por arraigadas que sean, no pueden ignorar el pluralismo ni su libertad puede dañar la del otro. Por otra parte, ese mismo sujeto moderno nace a la vez que el mercado y se ve envuelto en los perjuicios de la lógica de la desigualdad que el Estado moderno nunca se esforzó demasiado en combatir. Hay aún algo más: al individuo moderno deben reconocérsele sus derechos y garantizársele la equidad, pero tales garantías y reconocimientos no lo liberan de contradicciones y debilidades más íntimas. Es la otra cara del sujeto. No la descubrió el postmodernismo: hace más de un siglo, Wedekind, en Lulú (obra primero prohibida y retomada después por los más diversos autores), enunciaba la tensión entre el sesudo y civilizado yo racional, y ese otro yo agitado por la pasión y el deseo. Ya entonces cabía reiterar la afirmación de Rimbaud, yo es otro. En ese sentido la ambigüedad visual de la escultura de los Rosado, el intenso grafito que la convierte en sombra y la materialidad que sugiere la breve estela de carbón a sus pies, es una fértil metáfora de un yo que debe elegir entre un afán de firmeza y seguridad (que puede llevarlo al autoritarismo) y una atención sensible a cuanto ocurre dentro y fuera de él, con riesgo, en este caso, de división esquizoide.

Secundan la escultura unas pequeñas vistas de Sevilla. Cabría llamarlas imágenes del sueño porque, como en ciertas obras de De Chirico, los enclaves están casi desiertos y las perspectivas son contradictorias. Pero hay algo más: es fácil reconocer los edificios, pero estos se han tomado de lugares diversos y distantes entre sí para reunirlos en el mismo cuadro. Estos fragmentos de ciudad se han pintado además sobre trozos de lienzo que, a modo de collage, se incorporan al cuadro. Las imágenes del sueño pasan a ser entonces figuras de la memoria del paseante, de ese yo débil que intenta sin éxito hacer su vida al margen de la disciplina del mapa y de los caminos reglados. La idea se fortalece al aparecer en cada paisaje un monumento (reconocible pero también fuera de su sitio habitual). Se alude así al llamado arte público, ese afán del Estado moderno y las grandes instituciones de negocios, empeñados en sembrar en la ciudad figuras y edificios que son alternativamente rasgos de poder e intentos de establecer una memoria urbana uniforme al margen del acontecer real de cada día y de los mundos individuales.

La reflexión se completa con unas piezas de escayola, esculturas de suelo, que reproducen carpetas. Son esos artilugios donde los niños guardan deberes y tesoros, y los adultos llenamos de papeles: propiedades e hipotecas, contratos y nóminas, datos fiscales, informes médicos, certificados del registro civil. Son nuestras huellas: frías y burocráticas, sí, pero al cabo, las más fiables para fijar nuestra identidad pública, que es el interés del Estado y de la empresa.

La muestra tiene en verdad enjundia y a la extensa divagación sobre el sujeto moderno los autores añaden una pieza, entre el bodegón y el ready-made, y una proyección de diapositivas. Las dos sugieren que la tarea de hacer arte no corresponde a genios, sino a individuos que se deciden a pensar y discutir, se esfuerzan en trabajar y se arriesgan a exponer. Llamarles creadores casi suena a insulto.

 

Afortunados como siempre y trascendentes como nunca, Bernardo Palomo (Octubre de 2016) Diario de Jerez

 Fue en los últimos años de la anterior centuria cuando aparecieron, con fuerza inusitada, en el paisaje expositivo, primero andaluz y, muy poco después, en el nacional. Sus valientes, diferentes y personalísimos trabajos no dejaban indiferentes y creaban mucha expectación, al tiempo que levantaban cierto resquemor en los recelosos ambientes artísticos poco proclives a aceptar lo que es mejor – o, al menos, distinto – de lo que hay. Además, se trataba de dos hermanos gemelos que trabajaban juntos y que lo que hacían era muy considerado en los foros más influyentes del Arte actual. Por si fuera poco, los Mp & Mp Rosado Garcés, nacidos en la gaditana Isla de León, conseguían los reconocimientos nacionales e internacionales más importantes, aquellos por los que, casi todos, suspiraban – Beca Pilar Juncosa & Sotheby’s de la Fundación Pilar y Joan Miró de Palma de Mallorca, Premio ARCO de la Comunidad de Madrid, Premio INICIARTE de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, Beca The Pollock-Krasner de Nueva York, Beca de Artes Plásticas de la Fundación Marcelino Botín de Santander, Beca de la Colección CAM de Alicante, Premio Iberoamericano Cortes de Cádiz del Ayuntamiento de Cádiz y algún que otro más -; estando su obra presente en las colecciones de mayor trascendencia en el contexto general del Arte.
Quiero recordar que fue en 1998 cuando Eduardo Rodríguez me llamó para que escribiese la presentación del Catálogo de la Exposición que los Mp inaugurarían en la Sala Rivadavia de Cádiz. Eran, ya, conocidos y su obra impactaba e inquietaba a la vez. Bien pudo ser, aquel, su primer catálogo de una muestra individual. Para mí, todo un honor.

Mucho ha pasado desde entonces en lo artístico; también en la carrera de Manuel Pedro y Miguel Pablo; casi todo bueno, solvente y de mucha trascendencia. Han accedido a lo más importante de un Arte al que ellos le han impuesto entusiasmo y carácter, mucho carácter.

La exposición de los Mp en esta galería sevillana – segunda comparecencia en el espacio de la calle Velarde – nos presenta varios trabajos de esa realidad artística inquietante que siempre ha mantenido sus obras. Piezas de variada tipología plástica en las que subyace una contundente fortaleza constitutiva, con la pintura, el collage, la escultura, la instalación y el videoarte configurando una muestra redonda en continente y contenido.

Aunque en todo el conjunto de la obra expuesta nos encontramos con esa preclara filosofía que ha envuelto el ideario estético de los hermanos, con esa abierta apuesta por plasmar lo dual, esa construcción del yo que ellos han manifestado a lo largo de su carrera, en esta muestra nos hallamos ante una obra que acentúa más el carácter formal de cada pieza. Todo transcurre en torno al SUJETO, sujeto que es materia, que es concepto, que adopta y se adapta a todo tipo de vivencias, tanto sociales como humanas, como miembro de una comunidad, de un espacio ciudadano que se abre a las experiencias individuales y colectivas.

La muestra sitúa al espectador en un amplio abanico de registros. Cuatro pinturas, con el uso del collage, formalizando una cuidada estructura compositiva, nos conducen por unos Mp desconocidos, utilizando materiales clásicos que conforman un paisaje urbano poblado por unos sujetos – los propios artistas – que deambulan por unos espacios sevillanos a los que se les ha dado un nuevo concepto representativo, a la vez que se hace un guiño a una serie de esculturas monumentales del paisaje inmediato – las estatuas de San Fernando, Montañés, el Mercurio del Banco de España y el monumento a Pepe Perejil -.

Junto a las pinturas nos encontramos unas esculturas que juegan con la complicidad del espectador. Se trata de unos cotidianos cartapacios estudiantiles que, al tiempo que abren las perspectivas significativas, provocan una nota de entrañable inmediatez.

Muy importante y que nos habla de la trascendencia de la obra de este artista es SUJETO, una escultura de terracota con siete manos de carbón que nos sitúa en el tradicional concepto de estos artistas pero potenciando la posición plástica de la obra y generando posibles reflexiones sobre la realidad que provoca la situación del propio sujeto como eje de vivencias y emociones.

Una pequeña instalación «Exteriores – interiores» nos transportan, quizás, a los primeros momentos de su personal carrera, cuando los objetos circunscribían episodios donde el concepto se sobreponía a la propia estructura representada.

La exposición finaliza con una proyección de 75 diapositivas que recrean las situaciones de unos artistas que, al mismo tiempo, son elementos de sus propias obras.

Importante exposición la que han organizado Carolina Alarcón y Julio Criado de dos artistas que han traspasado los límites de la feliz juventud para asentarse en los espacios de una serena madurez en la que su obra gana en intensidad, en entusiasmo y en abiertas posibilidades de futuro. Los Mp siguen siendo aquellos afortunados artistas que tanta expectación levantaron pero, ahora, su obra ha ganado en sabiduría y trascendencia artística.

Huellas y lugares de MP&MP Rosado. Juan Bosco Díaz -Urmeneta (14 de diciembre 2013 ) Diario de Sevilla

La galería Alarcón Criado muestra hasta finales de enero el nuevo proyecto de los gaditanos, una reflexión llena de claves personales sobre el empleo de los signos y la ocupación del espacio

Como siempre suelen plantearse en el trabajo previo «de mesa», intercambiando ideas, libros, nuevos desafíos, los MP&MP Rosado decidieron explorar en su último proyecto «el límite entre el hablar y el hacer», y la búsqueda se plagó de huellas y rastros de lo que una vez fue o estuvo pero en algún momento pasó a existir sólo en ausencia, de indagaciones en torno a la percepción de los espacios y a la esencia de aquello que adquiere el estatuto -tanto público como privado- de lugar. Este es el hilo que envuelve sutilmente sus nuevas obras, agrupadas por lo general en series de mayor o menor cantidad, y que bajo el título Estructura Espacial Original se muestran al público hasta el próximo 24 de enero en la galería Alarcón Criado (calle Velarde, 9).

«La idea de estos nuevos trabajos surgió de La invención de lo cotidiano«, un ensayo del historiador francés Michel de Certeau, explica Miguel Pablo Rosado, una de las dosMP junto a su hermano gemelo Manuel Pedro (San Fernando, 1971). «El libro habla de las formas de hacer e incluye actos como los de caminar, hablar, comer, beber, amar… Nosotros nos centramos en el apartado del andar, del andar por la ciudad interpretado por Certeau como acto de habla. Todo esto nos interesaba especialmente tratarlo desde el punto de vista del entorno; de las trayectorias, de los límites, de los signos entendidos estos como obstáculos, marcas o señales», añaden los MP Rosado sobre este conjunto de obras que consideran -ellos que tanta importancia le dan a los procesos, al vuelo libre de las ideas en el desarrollo de su obra- «el principio» del proyecto en el que trabajarán próximamente durante un año en la Fundación Pilar i Joan Miró, en Palma de Mallorca, que les concedió su premio bienal Pilar Juncosa y Sotheby’s.

Combinando escultura, dibujo y pintura, porque se muestran radicalmente en contra de «esa distinción tan compartimentada de las disciplinas que al final ahogan las ideas», y creadas con materiales diversos -arcilla, papel, bambú, metal, tejidos, pvc o sus tan queridas arcillas esmaltadas-, todas las piezas de la exposición «tienen que ver», dice Manuel Pedro, «con una aparente evidencia que a la vez está intentando ocultar algo». Un propósito que habla también de la evolución de esta pareja de creadores que con el paso del tiempo han ido adentrándose cada vez más firmemente en los dominios de la abstracción.

En la serie Vea usted, aquí estaba ahondan especialmente en esa poética -central en la exposición- de la huella como símbolo de una realidad invisible u oculta. Son piezas realizadas en terracota con tres cochuras de esmalte y cuya superficie registra los trazos de objetos presentes en su estudio, tanto para fines artísticos como personales y cotidianos, ya sean unos auriculares, un cutter, un trozo de latón, un lápiz USB o sus propios pantalones vaqueros. Estos elementos se indican en las fichas de las obras, de modo que las palabras completan ese vacío restituyendo de algún modo la presencia de esos materiales ausentes.

En Loading, la primera serie con la que se encuentra el visitante de la galería, los MP&MP Rosado tratan de sortear la dificultad de representar la realidad cotidiana mediante pinturas geométricas que muestran diferentes símbolos y colores sobre bastidor y lino que remiten al universo informático. «Nos hizo gracia reflejar esa espera irremediable que sucede cuando estás navegando y esperando que se carguen las páginas… Quisimos representar eso, pero pintándolo, empleando ese tiempo en pintarlo», dice Miguel Pablo, que junto con su hermano empleó unos antiguos visillos que tuvieron durante años en casa para la serie Me siento bien aquí, fruto de sus pensamientos y lecturas sobre la distinción entre el exterior y el interior, lo público y lo privado.

Aparte de otras piezas, como Invisibles de lo visible -en la que sobre unas macetas cegadas para dejar hueco y oculto su interior disponen unos soportes metálicos que «funcionan como un alfabeto, como signos, porque son parecidos pero no iguales», explica Manuel Pedro-, o Prácticas de espacio: Figuras de estilo, una instalación móvil inspirada en el bastón de bambú de Charles Chaplin, el espectador encontrará, en una habitación aparte, una obra especial, titulada Mapa de lugar y compuesta por cuatro pósters de diferentes tipos de embarcaciones en el mar -viejos coleccionables de Diario de Cádiz, recuerdan riendo, sobre las regatas de la Bahía- de los que ellos, pintando sobre las respectivas fotografías, eliminaron toda información concreta; luego ellos les reasignaron otro significado, abierto en todo caso, pues cada una de esas imágenes va asociada a unos libros -de Walter Benjamin, de Mario Bellatin, de Georges Perec…- que descansan al lado, sobre un soporte, con una indicación de las páginas que deben leerse para ampliar la experiencia de la contemplación de estas piezas que nacen -afirman- del vértigo ante lo insondable.

 

Nuestro trabajo está entre hablar y hacer. Bea Espejo (Noviembre de 2013) El Cultural

Manuel Pedro y Miguel Pablo Rosado (San Fernando, Cádiz, 1970). Hermanos & gemelos. MP & MP. Siglas, también, de mensaje privado, que ellos suelen firmar en minúscula, robándole el nombre al dominio geográfico de un territorio dependiente, como los archipiélagos o los afectos. De una señal en el espacio. No en vano ellos son de La Isla. Algo de eso tiene, también, el amplio estudio que tienen en Sevilla. Una gran claraboya en el techo ayuda a dar la sensación de limbo, de territorio flotante. Los muchos trabajos que acumulan aparecen por sorpresa, como las canciones en su lista aleatoria del MP3: de Carla Morrison a Camaron. Sin complejo alguno, como cuando mezclan todo tipo de materiales: arcilla con metal, tornasol con rosa chillón, tejido con grafito. Esculturas por encima de cualquier otra cosa.

Los MP Rosado saben que son plurales. Contengo multitudes, decía el título de una de sus exposiciones en 2011. “Cada persona es una colección de historias, textos, música, imágenes, presente, pasado, futuro, como decía Félix González-Torres, siempre cambiando, sumando, restando, ganando”, dicen. Aunque trabajan como colectivo, casi de manera inconsciente, les gusta verse como un solo artista. Esa dualidad, el conflicto por hallar la identidad personal es una de sus constantes desde que acabaron la carrera de Bellas Artes a mediados de los 90 y empezaran a exponer en la, entonces sevillana, galería Pepe Cobo.

Mucho ha cambiado su trabajo desde entonces. Empezaron retratándose en cuerpos de terracota con máscaras (de uno, del otro, de perro) que se fueron cayendo al suelo como esos alter egos. Trepando por paredes y árboles unas veces, y atrapados bajo el suelo, fueron desmenuzándose hasta, casi, desaparecer. Hoy son sólo huellas. “En un principio fuimos más visibles en las esculturas, eran representaciones de nosotros mismos, de una manera aparatosa, barroca. Jugábamos con cierta teatralidad, hablando de lo real y lo ficticio, y trabajábamos con imágenes reconocibles y familiares, que percibimos como algo nuestro, la irrupción de lo truncado en lo cotidiano que todavía hoy nos sitúa en un universo extraño e ‘irreal’. Por decirlo de algún modo, antes éramos más directos, más literales, y ahora estamos intentando hablar desde la escultura de manera más abstracta, aunque siempre manteniendo la misma actitud: conciliar algún tipo de emoción. En ese sentido, seguimos trabajando con el espacio, la ruina, el intervalo, el doble; con la geografía, el viaje interior, lo traumático, lo abyecto, lo informe, lo siniestro… De manera especial, nos interesa la idea de obstáculo, de rastro”, explican.

Encuentros casuales

La huella que dejó su intervención en Abierto x Obras en Matadero, Cuarto-gabinete, una cortina llena de pedruscos, conchas, maderas y corcho, convive ahora en su estudio junto a las obras que presentan en su nueva galería, Alarcón Criado, de Sevilla. Estructura Espacial Original se titula. Parte de un texto de Michael de Certeau, Andar en la ciudad, con el que MP & MP Rosado hablan, de nuevo, de identidades invisibles. “Certeau equiparaba el acto de caminar con el hecho de hablar. De algún modo es lo que proponemos: practicar el espacio mostrando lo que ya no está. Es una exposición basada en encuentros casuales y negociaciones personales, en una relación con lo desaparecido, con lo que ya no está pero existe, que es real. El rastro que dejan las cosas…”.

-Una huella asociada al paso del tiempo. De eso trata Me siento bien aquí, la obra central de la exposición. Hablemos de ella.
-Está hecha a partir de los visillos de nuestro apartamento, después de estar expuestos al sol durante cuatro años. Montadas sobre bastidores, en las cortinas hay dibujadas con plomo todo tipo de cancelas de arquitectura civil andaluza de distintas épocas. Cortinas y cerramientos son motivos ornamentales y símbolos de defensa, límite y protección. Representan un punto de encuentro entre un exterior y un interior, entre lo privado y lo público. Indican donde empieza y termina la vida cotidiana. Hablan de obstáculos, de barreras.

-Como los pomos de las puertas repetidamente dibujados en De lo de dentro y de lo de fuera (2012) o las Ventanas iluminadas instaladas en 2005 en el CAAC. Otra obra que habla sobre simulación y realidad es Vea usted, aquí estaba…
-Sí, son obras realizadas en arcilla, donde se imprimen huellas de los objetos de uso diario. Aluden a las ausencias, a la huella como símbolo de una realidad invisible u oculta.

-¿A los recuerdos?
-Y a las esperas. Los recuerdos son historias fragmentarias y replegadas, casi jeroglíficos. De eso tratan las pinturas Loading, esas pantallas que encontramos cuando se cargan las páginas de internet, que reflejan la dificultad de traducir lo que está detrás de cada imagen, la imposibilidad de convertir las experiencias en imágenes.

Los Rosado convierten ese conflicto en virtud. Proponen volver a la esencia, a la biografía de las cosas para buscar diferentes posibilidades del espacio. De ahí Invisibles de lo visible, macetas en el suelo a las que les crecen los pies y que tienen la boca tapada. Son parte del paisaje andaluz, pero aquí devienen cuerpos raros. Tanto como los bastones de caña de bambú que se irán moviendo de un lado a otro en la galería, como los muchos libros en su estudio.Son un guiño a Charles Chaplin, una extensión de su brazo que llegaba donde lo hacía su voz. “Con el bastón puedes ir por aquí pero no por allá, puedes crear algún atajo o rodeo, te invita a recorrer caminos que no son los obligatorios”, dicen. Precisamente eso, investigar las posibilidades de la escultura es lo que les mueve a trabajar: “conocer y experimentar el contexto en el que el arte puede existir, las posibilidades que tiene. Tendemos a encasillar disciplinas y es algo muy reduccionista. La exploración, para nosotros, es el motor. Nuestro trabajo está en la grieta entre hablar y hacer, buscando revelar algo…”.

Muchas revelaciones encuentran en otros: Beckett, Baudelaire, Borges, Perec… Algunos de sus libros los vemos en la exposición bajo el título Mapa de lugar. Con citas, acompañan cada uno de los 6 pósters antiguos del estrecho de Cádiz que han rescatado para borrarles las embarcaciones, dejando, únicamente, el mar. Metáfora de lo insondable, como saber quiénes somos. “Ponen de relieve la tensión entre presencia y ausencia en relación a la idea de frontera. El mar y la publicación tienen un papel mediador. Son espacios entre dos”.
Como ellos. Otro autorretrato. Otra M y otra P.

El regreso del pasado fragmentado, según los hermanos MP&MP Rosado ( 15 octubre 2015 )

El Museo de Cádiz acoge esta muestra colmada de guiños al pasado, presente y futuro, que trata la desaparición de los orígenes y su vuelta a modo de fetiche

La concepción espacial del Museo de Cádiz se antoja perfecta para la exhibición de las últimas creaciones de los hermanos MP&MP Rosado. El espacio geométrico y cerrado de esta pinacoteca es, por tanto, la primera baza sobre la que se ha puesto en pie Quien mueve las brasas aspira a todo pulmón, una muestra evocadora y repleta de guiños al pasado, presente y futuro, que ayer fue inaugurada de la mano de sus autores, Miguel Pablo Rosado y Manuel Pedro Rosado, la delegada provincial de Cultura, Yolanda Peinado, el director de Acción Cultural de Cajasol, Antonio Cáceres, y el comisario de la exposición, Francisco del Río.
Una exposición que parte de un poema de Roberto Bolaños llamado Ni crudo ni cocido, en la que «tratamos de excavar en lo más profundo para ver qué hay debajo, como bien indica el título. Aunque descubrirlo sea duro», apunta Manuel Pedro Rosado.

Entre sus descubrimientos se encuentra el regreso o la recuperación del pasado, sólo posible a través «un paisaje discontinuo y fragmentado elaborado con ideas, imágenes o cosas que alguna vez estuvieron conectadas», apunta el comisario e ideólogo de la exposición, Francisco del Río.

Para ello los hermanos Rosado ponen en escena una exhibición de fragmentos, restos abatidos, suspendidos, manipulados o restos arqueológicos. Todos ellos conectados mediante raíces, filigranas, tuberías, redes o las líneas e hilos argumentales como las que aparecen en sus dibujos. «Se trata de vincular desde la idea de la desaparición, es decir, edificar donde empieza la desmemoria», asevera el comisario de la muestra.

Los artistas gaditanos han querido mostrar esta idea de la vuelta inevitable del pasado en pedazos, o la arqueología «personal del futuro», en varios apartados. Uno de ellos hace alusión a la melancolía. Se trata de la serie de dibujos Apologías de los melancólicos que aquí se exhiben, inspirados en un poema de Juan Antonio González Iglesias, «que trata el por qué no se puede ser melancólico», apunta Miguel Pablo Rosado. Bajo esta serie se despliegan esplendorosos en toda la planta el resto de obras, a modo de instalaciones. Entre ellas, las denominadas Ruinas menores,que son elementos fragmentados de sal repartidos sobre varias mesas. «Son obras que hacen alusión a las salinas de la Bahía gaditana, una idea basada en el trabajo de Robert Smithson sobre el Land art -tendencia del arte contemporáneo que utiliza como marco los materiales de la naturaleza- acerca de los lagos salados de Estados Unidos». En este sentido, han hecho una similitud con las salinas gaditanas «que son artificiales, por eso llamamos a estas piezas non salt«. Para ello también se han inspirado en los virelots o pequeños barcos de sal.

Otro de los apartados titulado «ruinas antirrománticas», divididas en caños de pvc o desaguaderos hechos en terracota, hacen referencia «a la memoria, pero también, con perdón, a toda la mierda que por ellos discurre», apunta Miguel Pablo.

Es decir, todo un mostrador de elementos evocadores que hablan de «cómo los objetos están ligados a la desaparición de los orígenes, para regresar como fragmentos y fetiches», explica del Río.

En términos más abstractos habla Antonio Cáceres, de Cajasol, que tras hablar del sugerente título, reflexiona sobre los «no lugares del arte contemporáneo». También profundizó en el «alma» de una muestra con referencias culturales «implícitas en los propios materiales con los que están hechos las obras».

Por su parte, Yolanda Peinado agradeció la colaboración de Cajasol «desde hace veinte años», antes de referirse a la bonanza que viven los hermanos Rosado, en un año en el que se han erigido como autores de los carteles del Día de la Provincia de Cádiz y de la 41 edición de la Muestra Cinematográfica de Alcances.

La idea del refugio de los MP & MP Rosado ( 15 octubre 2015 )

Dos gemelos celebran su primer cumpleaños ante una tarta, en una divertida secuencia en la que los protagonistas, rodeados de sus familiares, acaban con el rostro cubierto de merengue, un momento que parece «extraído de una película antigua». En la ligereza de la escena, en ese cálido ambiente de protección, no pueden presagiarse inquietudes futuras: las sombras del paso del tiempo, la incómoda idea de la muerte, no tienen aún cabida en ese paisaje doméstico y feliz de la infancia. Pero frente a ellos, en un inesperado y sombrío juego de espejos, el retrato de dos sarcófagos revela al espectador la brevedad de la existencia.

En su última exposición, programada hasta el 7 de noviembre en la sala Imagen de Cajasol, los hermanos MP & MP Rosado parten de esa contraposición entre la vida y la muerte para explorar temas habituales en su imaginario como la huella y la memoria. Junto al retrato de los sarcófagos antropoides de Cádiz se ha colocado una escultura de un ánfora cargada de nueces, un cántaro en el que se perciben diferentes hendiduras, otra pieza que advierte de los estragos del tiempo. Como ha observado el crítico Javier Montes, desde los primeros trabajos de los creadores ha sido una constante «ese interés por el rastro, por el testimonio casi olvidado, por la ruina entendida como huella, como prueba a medias borrada de la existencia de algo previo a lo que sólo puede aludirse oblicuamente».

La exposición también explora esas dualidades por las que sienten debilidad los MP: el tránsito y el refugio, el exterior y el interior. La entrada a la muestra, en la que el visitante tiene que cruzar una cortina negra, recuerda al acceso de una gruta en la que aguarda una intimidad desconocida; a continuación, una serie de imágenes de cuevas ahondan en la idea del resguardo y se preguntan por «el refugio ideal». Quizás ese refugio tenga que ver con la inocencia de los primeros años, como indica un llamativo detalle que recorre toda la sala, una moldura que inmortaliza ese merengue de los retratos infantiles.

La inventiva de los MP & MP Rosado se aprecia igualmente en la técnica empleada en la mayoría de las obras: pese al aspecto de fotografías que ofrecen en una primera visión, son en realidad pinturas al óleo. Ya desde el nombre utilizado para la muestra, Imagen, los gaditanos reflexionan sobre los conceptos de figura y representación, una premisa que puede ampliarse a los mecanismos con que la memoria reconstruye la experiencia.

Inmersión en el proceso creativo de MP & MP Rosado ( 3 octubre 2011 )

«¿Qué yo me contradigo? Pues sí, me contradigo. Y, ¿qué? (Yo soy inmenso, contengo multitudes.)». Este verso extraído del poema Cantos de mí mismo, escrito por Wait Whitman (Hojas de hierba, 1855), refleja a la perfección la intencionalidad que esconden las obras de Contengo multitudes, la primera exposición individual en 2011 de los MP & MP Rosado, es decir los hermanos Manuel Pedro y Miguel Pablo Rosado (Cádiz, 1971), que se exhibe en la galería malagueña Alfredo Viñas hasta el 31 de octubre.

En ella, los gemelos MP & MP Rosado transitan una vez más por la temática que ha marcado su producción desde sus inicios: figuras de sujetos que tienen una identidad difusa o carecen de ella.

Los gemelos indagan en la dualidad en la galería Alfredo Viñas de Málaga

Para ello investigan las relaciones entre identidad y diferencia. Ambos aseguran que les impulsa un interés teórico, pero también profundamente vital, pues como ellos mismo reconocen, su obra está condicionada por el hecho de que son hermanos gemelos, lo que les ha llevado a experimentar en su vida cotidiana una sensación de dualidad permanente, de ser, a la vez, uno y otro.

En Contengo multitudes, ambos artistas han querido experimentar con el público, convertirlo en actor principal de un proyecto en el que lo que prima es la idea en sí, no el resultado de la misma. «Elaborar sin elaborar nada. ¿Qué pasa si al final no hay una pieza? Hemos querido centrarnos más en el proceso creativo, en la idea y en lo que hay detrás que en los resultados», afirma Manuel adelantándose a la explicación de Miguel, que acaba siendo la misma.

«El objetivo es crear, modificar, descubrir y escenificar a partir de varias ‘esculturas’ de arcilla cocida y resina de diferentes partes del cuerpo. Manipulando estas ‘esculturas’ de uso privado, experimentamos cómo pasan a ser de dominio público. Construimos a partir de estos fragmentos una breve historia, previamente imaginada o no. Todo lo que suceda a raíz de la participación se podrá ver como una pieza en sí misma, difuminar el objeto-fragmento para que el proceso sea el vehículo para experimentar sin tener en cuenta los resultados», señalan sobre el trasfondo de la muestra, en cuya creación han participado alumnos del taller que impartieron el pasado agosto en las Jornadas de Intervención Artística en el Espacio Natural y Urbano (Scarpia), en El Carpio (Córdoba), y otros en Sevilla.

Una colaboración que, como en proyectos anteriores, ha quedado recogida en una serie de óleos realizados a partir de fotografías, paso previo a la creación de sus cuidadas escenografías. «Son como un catálogo de la muestra, una introducción al proceso de creación de las esculturas, que se presentan sobre unas simples mesas, como si fuera un taller o un laboratorio. No son esculturas al uso, ya que permiten la interacción», señala Manuel, satisfecho con el montaje de su primera exposición individual del año en la galería Alfredo Viñas.

«Para la galería es un gran acontecimiento inaugurar temporada con MP & MP Rosado, artistas de enorme valía y con gran proyección nacional e internacional», apunta Alfredo Viñas.

En busca del refugio ideal MP&MP Rosado - Margot Molina ( 8 octubre 2010 )

¿Cuál es el refugio ideal? La infancia, la cueva, un sarcófago, un ánfora. Cada individuo puede responder de muchas formas a esta pregunta vital en su desarrollo personal. Así, buscando una intimidad que no se halla más que dentro de uno mismo, han trabajado los hermanos MP&MP Rosado para crear Imagen, la muestra que se inauguró ayer en Sevilla, en la sala Imagen de Cajasol.

Miguel Pablo y Manuel Pedro Rosado (San Fernando, Cádiz, 1971) han vuelto a los orígenes de la representación, a la pintura, para realizar este ejercicio de introspección en el que reflexionan también sobre el paso del tiempo.

«Las obras, aunque a simple vista parecen fotografías en blanco y negro y, además, les hemos puesto ese título en las cartelas, son óleo sobre papel. Incluso las hemos enmarcado como se hace habitualmente con las fotografías», explican los gemelos casi a al unísono, que también han incluido dos esculturas de ánforas y una cortina que «marca el umbral de la sala como si fuera una gruta», apuntan.

«Hemos seleccionado varias imágenes de nuestro imaginario para hablar de la dualidad interior-exterior. Partimos de una serie de cinco fotografías familiares de nuestro primer cumpleaños para hablar de la celebración familiar como refugio frente al mundo», afirman ante las cinco obras de 50×70 centímetros en las que ambos aparecen con la cara manchada por el merengue de la tarta. Ese mismo merengue, pero en este caso realizado en cerámica, recorre la sala de exposiciones como una cenefa para recalcar el sentido de protección. «…Sigo todo derecho las molduras/ Que siguen, todo derecho, el cielo raso». Esta cita de Pierre Albert-Birot inspira el concepto de unidad que los gemelos persiguen con su merengue cerámico.

Seis óleos de la cueva de Montesinos, en Albacete -la de don Quijote-, y dos imágenes de gran formato de los sarcófagos antropoides de Cádiz, completan su idea de «funda, estuche para el hombre». Imagen, que estará abierta hasta el 7 de noviembre, es una continuación de otra muestra que los Rosado presentaron el pasado año en el Museo de Cádiz.

Identidad a la deriva A propósito de MP & MP Rosado - ROSA NAHARRO ( 31 enero 2010 )

La antigua cámara frigorífica del Matadero de Madrid es intervenida por los hermanos MP & MP Rosado, en base a una construcción poética del espacio. Una instalación de lo más artesanal que nos muestra los restos de un naufragio: el de nuestra identidad.

Alguien que nunca haya escuchado hablar de ellos, podría pensar que se trata de una marca comercial, un vino, y hasta una firma de ropa. Y aunque las etiquetas y denominación de origen suponen una buena estrategia de marketing, no es éste el caso, al menos, en principio. MP&MP Rosado son dos hermanos gemelos, Miguel Pablo y Manuel Pedro Rosado, que pese a su juventud, cuentan ya con una sólida trayectoria y que parece se consolida con cada nuevo proyecto en el que se embarcan. El suyo es un arte que evoca más que muestra, en una línea de trabajo cercana a planteamientos hegelianos, donde la cuestión principal es hacer visible aquello que se muestra invisible. Casi nada. Tan acostumbrados estamos a lo pornográfico, a lo transparente, a un arte que nos muestra y nos dice todo, aún aquello que no queremos ni oír ni ver, que cuando nos enfrentamos a una obra de carácter poético, apenas somos capaces de reconocer el tropo si no es tirando de manual o referencias. Es lo que sucede con el trabajo de MP&MP Rosado, donde las citas literarias y cinematográficas son recursos frecuentes. Pero ahora son los propios artistas quienes nos dan la pista para no naufragar: “La poética del espacio” de Gastón Bachelard, que dedica su capítulo V a las conchas, reflexionando sobre la construcción de la identidad en una dialéctica entre el adentro y el afuera, lo pequeño y lo grande, el cuerpo y el alma.

Transformar un espacio inhóspito como las antiguas salas de Matadero de Madrid en un espacio poético desde luego no es tarea fácil, y más de la forma que lo han hecho estos dos artistas, con gran sencillez. La instalación consiste en dividir el espacio con cortinas creadas a partir de conchas, caracolas, palos y objetos de cerámica encontrados en la playa. Todo un surtido de ready-mades que penden en vertical a través de hilos invisibles de nailon. Un trabajo casi artesanal que nos remite a un mundo ancestral. A ello se suma el propio espacio-cueva, donde no se esconden ni disimulan las tuberías, y donde las paredes están sin pintar, con aspecto de suciedad y dejadez, contribuyendo a darle un aspecto aún más poético si cabe a la sala. Estratégicamente iluminado, este gabinete se convierte en una especie de mundo fosilizado, un museo formado por huellas borradas, las de nuestra identidad.

Camufladas entre hileras de conchas, colocadas en perfecta simetría sólo interrumpida por algún palo u otro objeto similar, se encuentran también las réplicas de éstas; copias de conchas que resulta imposible distinguir a simple vista de las auténticas. Un juego entre la realidad y el simulacro, entre lo ficticio y lo real, entre la copia y el original. Frente a un mundo cada vez más desmaterializado y virtual, los artistas proponen una vuelta a lo artesanal y solidificado.

No es extraño que los Rosado reflexionen sobre la identidad, teniendo en cuenta que son hermanos gemelos, por lo que la cuestión del “yo” y el “otro”, para ellos es ineludible. De ahí que muchas de sus obras, además de utilizar el referente cinematográfico, literario o histórico, supongan una reflexión sobre el doble, el reflejo o lo ambiguo. Lo encontramos en proyectos como “Spleen” (2008), o “El retrato de Dorian Gray” (2008). Es quizá en “En Ruinas Menores”, trabajo expuesto en las salas de Arqueología del Museo de Cádiz en el año 2008, donde ya se percibe un anticipo de esta misma exposición: pequeños objetos a la deriva. Este intento por concebir una colección de objetos menores e insignificantes choca con un mundo donde internet parece ser el gran archivo universal, un archivo intangible y ubicado en el no-lugar por excelencia. Lo cierto es que frente a un arte con mensaje político o pseudopolítico, científico o pseudocientífico, sociológico o vaya usted a saber qué, siempre resulta sugestivo toparse con el elemento poético, aunque sólo sea por el hecho de que automáticamente activa un segmento ya anquilosado en nosotros, la imaginación.

Cortinas del pasado abiertas al futuro: el límite de un nuevo habitar - Javier González Panizo ( 2010 )

Cansados como estamos de sobrevivir en el simulacro nuestro de cada día, herederos como somos del espíritu cínico postmoderno, normal que a estas alturas se haga necesario diseccionar nuevas posturas, alegar reconsideraciones acerca de la mediación entre subjetividad y naturaleza que se deslinden de manera radical de un arte que le sigue el juego a la razón instrumental y calculadora propia de la Ilustración.

Si se quiere, en esta necesidad de abrir nuevas vías, es cierto que no nos encontremos con nada nuevo: la naturaleza aparece como bella porque en ella todavía puede apreciarse lo que significaría estar fuera del acceso universal a la racionalidad, al mercado, a la técnica y, sobre todo, al dominio de la naturaleza. Es decir, y según palabra de K. P. Liesmann, “la naturaleza es para el hombre simultáneamente un lugar para el recuerdo y para la utopía”.

Como decimos, nada que no sepamos: la misma belleza natural que se nos sigue escapando de entre los dedos y a las que, como en todas las épocas e incluso hoy, sigue conteniendo un momento tan irritante como perturbador. A este respecto, Adorno sostenía que pese a que “bello para todos es el canto de los pájaros, (…), en el canto de los pájaros acecha lo terrible, pues no es un canto, sino que obedece al conjuro en el que está apresado”.

El hombre, ahora también, descubre que no quiere encontrarse solo, que necesita de eso que se configura como lo radicalmente otro. Así entonces, encontrarse a uno mismo dentro de la naturaleza pero sin que medie el espacio telemático de la contemplación, sin dejarnos subyugar por la vista panorámica indicada a tales efectos por la explotación turística ni por conmociones bien aprendidas por el turista de turno, es la opción de multitud de nuevas propuestas que buscan en lo azaroso y repentino una nueva mediación que, más que enfrentar objeto/sujeto consiga liberarnos por momentos del poder despótico de un signo-objeto que campa a sus anchas en la superficie mediática del simulacro hipercapitalista.

Pero, pese a que la necesidad de resurgir de nuestras cenizas se hace ya algo inminente, el riesgo hacia lo que podía entenderse nueva moda que subvierte los valores de la inocencia y lo acabado para dejarse caer en brazos de la naturaleza, es enorme. Porque, no sólo nueva moda, sino que quizá no sea sino el último ‘tour de force’ de un poder, el del signo, que lejos de amilanarse en su dogmático poder, tiene aún los arrestos de configurarse incluso contra su origen: no sólo es que como dijo Benjamin los objetos se nos hayan venido encima, sino que son capaces incluso de crearnos el espejismo de atisbar nuestra salida yendo con ellos al único lugar al que les está vedada la entrada.

Por eso, pensamos, cuando el caudal crítico que pueda desvelarse del regreso a la naturaleza corre el peligro de verse engañado y vejado, este nuevo canto a lo natural no debería poder describirse con tintes tan ecologistas como el teorizado por ejemplo por Böhme, para quien la estética es una teoría de las atmósferas que debiera permitir esbozar una estética de la naturaleza, sino que se debería realizar el viaje completo, el viaje al origen.

En este sentido, la obra de MP & MP Rosado que hasta el día 10 de Enero se puede ver en el Matadero de Madrid, hace gala de una exquisita sencillez que encierra, al mismo tiempo, un legado tan ancestral como utópico. Si el arte es la labor de crear perspectivas, de crear distancias como dijo Marshall McLuhan, lo cierto es que la mediación hacia la que se proyecta esta obra apunta hacia un infinito que, al mismo tiempo, se disuelve en un pasado inmemorial y en un futuro aún en construcción.

De ahí que esta obra pueda entenderse como fiel a los presupuestos de una noción bien querida a la pareja de artistas: lo liminar, la condición de fronterizo del ser humano, de existencia en tránsito perpetuo como característica esencial para comprender la vivencia como la praxis constructora de identidad.

El tintineo de las conchas nada más entrar, la contemplación de un mar de cortinas de elaboración casi artesanal, nos pone en contacto con lo natural, con nuestro legado más ancestral y nuestra memoria más olvidadiza: aquella que trata de recuperar los fragmentos de un naufragio, de nuestro naufragio. De ser algo, saben bien los hermanos Rosado, no somos sino ruinas en vida, museografías vivientes en busca de un origen, de un pasado desde el que, aún rememorándolo como origen, nos proyecte como identidad al futuro.

Rayamos la fenomenología más praxeológica: la del habitar y el construir como rememorar un pasado que, aunque nunca-sido, se hace necesario vivenciarlo como un no-ser-todavía. Estamos en las inmediaciones del pensamiento de Heidegger, de la filosofía del límite de Trías. Pero MP & MP Rosado se van a una influencia menos obvia. Gaston Bachelard, en ‘La poética del espacio’ dice: “hay que vivir para edificar la casa y no edificar la casa para vivir en ella”.

Ese, y no otro, es el peligro que una vuelta a la naturaleza puede correr a la hora de proponerse como nueva estética para períodos de crisis y al que más arriba hemos intentado simplemente señalar. Enfangados en el simulacro del objeto-mercancía absolutizador, buscar un nuevo destino al que acudir simplemente para coger aire y no desfallecer, se nos antoja un simulacro más que hace de la necesidad virtud pero que no tardará en caer en manos de aquello de lo que, al menos en apariencia, trata de escapar.

Quizá estemos ya demasiado apolillados, demasiado cómodos en nuestra vida de eternos melancólicos y náufragos, como para intentar cualquier vis a vis con huellas y rastros que no nos provocaría sino el recuerdo de un trauma nunca cerrado. Correr el riesgo o no correrlo. Correr el tupido velo de una cortina hecha de conchas milenarias o no hacerlo. Enfrentarnos con aquello que nunca fuimos pero anhelamos ser o no enfrentarnos. En definitiva, vivir para edificar o edificar para vivir.

Y es que, en conclusión, en una tardopostmodernidad que se vanagloria de considerar al ‘yo’ como objeto dado, como superficie telemática de su propio simulacro, cualquier indicio de autoconfiguración es sesgado de raíz. En un mundo que corre veloz a golpe de burda estetización mercantil, que crea espacios de normatividad cívica y ética a impulsos de merchandising (la cultura de los otros es admitida en el momento en que es estetizada como “united colours of Benetton” sostiene Leismann muy acertadamente), normal que la premisa de Debray de que “cada uno se museografía en vida” se halla convertido en algo así como “cada uno se publicita en vida”.

Por el contrario, un ‘yo’ como esfuerzo, como ímprobo trabajo memorístico en el que juega la fantasía, la imaginación, la teatralidad incluso, es un ‘yo’ que no se desliga de su origen, que no olvida un rememorar sobre el que se autoconfigura día tras día, instante tras instante, cortina tras cortina, en unas vivencias que son siempre diferentes pese a ser la Misma.

En definitiva, este ‘Cuarto gabinete’ de los hermanos Rosado muestra la invisibilidad de un hecho: que al arte todavía le queda mucho que decir en una época en la que, ocupado como está en construir lo que sea con tal de respirar un poco más, siempre un poco más, el ser humano reniega de su destino, de su esencial y nunca olvidado amor al destino como ‘amor fati’.

Javier González Panizo

MP&MP Rosado y la poética del espacio JOSÉ MARIN-MEDINA ( 11 diciembre 2009 )

Hacer que funcione como un puente de sensaciones poéticas el espacio objetivamente duro de las salas del antiguo Matadero de Madrid, es el logro estupendo de esta instalación, Cuarto-Gabinete, de los hermanos MP&MP Rosado (San Fernando, Cádiz, 1971). La clave de su acierto radica en la misma idea central del proyecto. La propuesta consiste en reconstruir el ámbito arquitectónico enorme y pesado de estas viejas y sucias salas donde se sacrificaba el ganado, para convertirlas ahora en un lugar en suspensión -muy bello-, en el que afloran expresiones sutiles de los deseos del viaje interior hacia la construcción del yo, así como valores y variaciones de una intimidad creativa compartida, que estos dos gemelos vienen desarrollando a través de un proceso artístico marcado por la reflexión, la autocrítica y el inconformismo. A lo largo de su trayectoria, esa actitud disconforme los ha conducido a explorar en los límites, estableciendo líneas personales de demarcación y de traspaso entre pintura y fotografía, entre pintura y escultura y, más recientemente, entre escultura, instalación e intervenciones en el espacio.

¿Qué recursos utilizan aquí los Rosado para crear la sensación de levantar y suspender en el aire el propio espacio de la sala enorme en la que “intervienen”? Sencillamente, han colgado -cuidando no unir por completo techo con suelo- una serie de cortinas transparentes, integradas por flecos de hilos de nailon en los que han prendido pequeñas valvas y conchas marinas, y también fragmentos de materiales y de objetos de cerámica encontrados en la playa. Estas cortinas singulares se han ordenado formando paramentos rectangulares que aparecen aislados -como “lienzos de muralla” de un lugar arqueológico-, o convergiendo y configurando rincones de intimidad y esquinazos arquitectónicos. Bien iluminadas, estas “arquitecturas” elementales y ligeras ordenan, “reconstruyen” y transfiguran el espacio general de este salón, en el que el espectador penetra y en el que se integra al recorrerlo, pudiéndolo interpretar de formas muy diversas -desde la del laberinto geométrico a las de una morada recóndita o un templo de silencio-, pero haciendo primar la idea de construcción.

Y es que la parte conceptual de la instalación está orientada por el propósito de “construir” desde una perspectiva doble: literaria y escultórica. MP&MP Rosado declaran como referente literario de este trabajo al filósofo Gaston Bachelard y, concretamente, a la interpretación que él propone en La poética del espaciosobre los valores de intimidad en el ámbito interior. El título de la instalación está tomado del capítulo quinto de ese libro, donde se comenta “el cuarto-gabinete de Bernard Palissy” como una síntesis de casa, concha y gruta, donde el hombre fragua la construcción de su identidad, mientras se debate en la dialéctica entre lo pequeño y lo grande, lo encadenado y lo libre, el cuerpo y el alma.

En lo que atañe al referente escultórico, los Rosado han considerado para esta ocasión el ciclo de trabajos que el maestro de escultores ángel Ferrant realizó entre 1945 y 1946: “21 piezas construidas con elementos naturales extraídos y recogidos en las playas de Galicia, que sugieren una nueva mirada estética sobre el mundo”. Aquella serie de diminutas construcciones elaboradas con materiales naturales y objectes trouvés enlazaba con la poética del surrealismo, que dio frutos escultóricos tan relevantes como los de Joan Miró, Leandre Cristòfol, Antoni Clavé, Eudald Serra y el mismo Dalí. Aquel espíritu se convierte ahora en un halo magicista “clásico” que da una atmósfera poética muy especial a esta magnífica intervención.

Toda la provocación oculta en un retrato - VICENTE MOLINA FOIX ( 9 noviembre 2008 )

A finales de mayo de 1897, unos diez días después de salir de la prisión de Reading tras cumplir su condena de dos años de trabajos forzados, Oscar Wilde le agradece por carta al famoso caricaturista y escritor Max Beerbohm el envío de su pequeña fábula El hipócrita feliz: «El reconocimiento implícito y aceptado de Dorian Gray en tu relato me da ánimos. Siempre me ha decepcionado que mi historia no haya sugerido ninguna otra obra de arte a los demás, […] puesto que todas las flores y todas las obras de arte sienten una curiosa simpatía mutua. Al leer tu sorprendente y para mí muy novedoso relato compruebo, además, la inutilidad de que los carceleros priven a un artista de pluma y tinta. La obra propia prosigue, pese a ello, con arrebatadoras variaciones».

Cauteloso con sus palabras aun escribiendo privadamente, el expresidiario de la celda C 3.3. aprovecha la ocasión para insistir en la autonomía moral (o amoralidad) del arte, un criterio que mantuvo invariable en medio de las calamidades, los ataques y el descrédito social. La cautela era, por lo demás, inevitable. Acogido, tras su liberación de Reading, sólo por un pequeño grupo de fieles, Wilde viaja a Francia y se instala discretamente en la ciudad normanda de Dieppe, pero ni siquiera allí escapa a la ignominia de su apellido y sus «vergonzosas indecencias»; el propietario del restaurante que solía frecuentar le dio a entender que no era un cliente bienvenido, y el escritor acabó alojándose en un pequeño hotel del cercano pueblecito costero de Berneval, desde donde escribe a Beerbohm y también una (perdida o destruida) carta de contrición a su esposa Constance. Abatido y acuciado por graves problemas económicos, Wilde moriría en París en 1900, recién cumplidos los 46 años, sin poder asistir no ya a la merecida glorificación posterior de todo su corpus literario, sino a la realización de ese deseo expresado en la citada carta al amigo: el florecimiento infinito de su obra en otras obras de arte (montajes incontables de sus piezas de teatro, adaptaciones a la ópera y al cine, trascendental relectura contemporánea de sus ensayos, catecismo universal de sus aforismos, creciente potencia extraliteraria de su figura en términos simbólicos, sexuales y hasta sartoriales).

El retrato de Dorian Gray (1890) es la gran ficción en prosa de Wilde, junto a El retrato de Mr. W. H. (1889). Las dos obras poseen, además del fondo de provocación de su argumento, pistas suficientes que permiten una identificación entre los personajes de ficción y la figura de su autor. En el relato, más breve y menos novelesco, Wilde establece un paralelismo simbólico entre William Shakespeare, verdadero protagonista ausente, y él mismo. Ambos, hombres casados, con dos hijos cada uno de sus matrimonios, y también, según la teoría que se desarrolla en la nouvelle, enamorados de los muchachos; en el caso de Shakespeare, del impreciso W. H, que habría sido, siguiendo con la hipótesis wildeana, el destinatario ( bajo esas dos iniciales enigmáticas) de la dedicatoria de los sonetos shakesperianos, así como primer actor joven de su troupe encargado de representar los papeles femeninos, «robado» después para su propia compañía y para su lecho por el dramaturgo rival Christopher Marlowe.

Wilde reescribió y amplió El retrato de Mr. W. H. tras su aparición en la revista Blackwood’s, pero su publicación en formato libro se fue posponiendo, llegando a desaparecer el manuscrito a la muerte del escritor; fue publicado, por fin, al encontrarse una copia en Estados Unidos, en 1921. Dorian Gray pasó por avatares parecidos, aunque con más fortuna. Al salir en las páginas del mensual Lippincott’s recibió una tormenta de invectivas, y su autor, después de polemizar valerosamente en numerosas respuestas a las revistas donde fue tachado de inmoral, se sentiría obligado, cuando la novela aparece un año más tarde (1891) en formato libro, a añadir un prefacio aforístico a modo de justificación del contenido supuestamente disolvente de la obra. Más que una réplica o una disculpa, lo que el escritor irlandés pretende, sin embargo, en ese prólogo es confirmar de modo desafiante el pensamiento esteticista que da forma a la novela. Inspirándose en el concepto -de origen francés- del «arte por el arte», Wilde rechaza el utilitarismo de la obra artística, su sometimiento a un programa educativo o edificante, proclamando que «ningún artista tiene simpatías éticas. La simpatía ética en un artista es un imperdonable amaneramiento de estilo».

Con su legendario talento verbal, Wilde se refirió en su momento a El retrato de Dorian Gray con esta ocurrencia: «Me temo que es más bien como mi propia vida: todo conversación y nada de acción». La boutadeno le hace completa justicia al libro. Se habla en efecto mucho en sus páginas, y algo de portavoces más que de personajes tienen sus tres protagonistas, el juicioso pintor Basil Hallward, el refinado e infelizmente casado Lord Henry Wotton y el hermoso e implacable dandi Dorian, a quien el primero pinta y el segundo ama. Pero más allá de la afirmación de un credo estético y de las numerosas citas literarias, pictóricas y musicales de la novela, hay en ella trama y drama, pudiéndose en cierto modo hablar de relato gótico sobre la inocencia y la corrupción.

«Basil Hallward es quien yo creo ser; Lord Henry, quien los demás piensan que soy; Dorian, quien me gustaría ser en otras épocas». Esta confesión que Wilde le hizo por carta a un amigo señala con cierta desfachatez la maligna voluntad de transgresión del autor de El abanico de Lady Windermere, ya que el personaje central de El retrato de Dorian Gray es un asesino estético, un perseguidor a ultranza de la belleza, insensible al daño que en su búsqueda pueda causar a los demás. Así, Dorian mata sin remordimientos a Basil, el pintor de su retrato, que le ha abrumado con sus amonestaciones y buenos consejos, y una vez ha consumado el crimen, tranquilamente se sienta a desayunar, se viste con esmero, lee un rato, contesta el correo y saca de su nutrida biblioteca un volumen al azar: los decadentes poemas simbolistas de Théophile Gautier.

La poesía aparece ligada a otro momento posterior -también dramáticamente resuelto- de la vida del propio Oscar. La aparición de El retrato de Dorian Gray no sólo provocó insultos y descalificaciones; el libro hizo aumentar en los círculos «cultos» más exigentes la adoración por Wilde, y notables escritores jóvenes le dedicaron semblanzas y glosas entusiastas. Uno de ellos, el muy estimable poeta Lionel Johnson, le homenajeó en rimbombante y un tanto macarrónico latín: «Cuanto más siniestro su espíritu / más radiante su rostro», dice del escritor admirado, atribuyéndole una sesgada capacidad amorosa: «Ama ávidamente extraños / amores, y, con fiera belleza, / arranca extrañas flores». Dos meses después de la publicación de la novela, Lionel Johnson le presenta a Wilde a un joven primo suyo que, en un arrebato, acababa de leer El retrato de Dorian Gray 14 veces seguidas. Era el futuro lord Alfred Douglas, y ahí empezó a adquirir colores y rasgos mefíticos el rostro de Oscar Wilde.

Después de una larga y variada floración -póstuma, por supuesto- en el teatro y en el cine, El retrato de Dorian Gray reaparece ahora realzado por unas imágenes de rara hermosura y hasta por una música adecuada en un libro singular que sigue la senda, yo diría que única en nuestro país, de las ediciones «iluminadas» de textos clásicos y contemporáneos llevadas a cabo por Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg. A menudo audaces en la elección de los artistas que acompañan a los distintos autores literarios, en esta ocasión el editor ha apostado con gran arrojo y gran acierto por MP & MP Rosado, dos hermanos artistas nacidos en 1971 y ya plenamente reconocidos. Los Rosado tienen su enrarecido mundo propio, y nadie espere de sus láminas el correlato naturalista del libro, los fondos victorianos, el arma del suicidio y el arma del crimen; tampoco una versión en técnica mixta del retrato degenerado del bello Dorian. Y, sin embargo, a su modo, al esfumado «modo rosado», Wilde aparece en esas imágenes de MP & MP elocuentemente transubstanciado, leído, desleído, desarmado y revestido con una poesía de invención que, aun en los destellos más inesperados o anacrónicos, nunca es caprichosa. Sombras en danza, luces de candilejas, subsuelos, un muestrario completo (pero ajado) de guardarropía para fantasmas. «Las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros». La esencia inquietante de ese verso del Lorca de Poeta en Nueva York está en la mirada aviesa y penetrante que los hermanos Rosado dirigen al marco de un cuadro perverso y al color peligroso de un ángel con demonio.

‘El retrato de Dorian Gray’, ilustrado por MP & MP Rosado, está publicado por Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores).

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